por Jorge Posdeley. Invertir en estos enfoques implica también repensar en la arquitectura institucional que los sostiene: replantear el rol del Estado, revisar las políticas públicas y fortalecer la articulación con el sector privado, desde una lógica que valore la descentralización, la participación comunitaria y la sostenibilidad integral como pilares de una política turística transformadora.
En un contexto global signado por el cambio climático, la migración y la reconfiguración de los vínculos identitarios, el turismo se consolida como una herramienta poderosa no solo para dinamizar economías locales, sino también para regenerar el tejido social y cultural de territorios históricamente relegados. Entre las formas menos exploradas, pero con mayor potencial de impacto positivo, se encuentran el turismo de diáspora, el turismo de segunda residencia y el turismo de amenidades. Cada uno de estos enfoques, al ser correctamente gestionado, puede funcionar como un verdadero catalizador para el desarrollo sostenible de áreas menos desarrolladas, naturales y rurales, con beneficios concretos para las comunidades locales.
El poder del retorno emocional: el turismo de diáspora
La palabra «diáspora», proveniente del griego diasporá (dispersión), refiere a aquellas comunidades que, habiendo emigrado de su tierra natal, mantienen lazos identitarios, culturales y afectivos con sus lugares de origen. Este vínculo emocional puede traducirse en un motor de turismo altamente significativo: el turismo de diáspora no busca únicamente el descanso, sino el verdadero reencuentro.
Cuando se estimula adecuadamente, la diáspora puede convertirse en una aliada estratégica del desarrollo territorial. Quienes vuelven ya sea para visitar familiares, reconectar con sus raíces o explorar oportunidades de inversión no lo hacen como turistas convencionales, sino como portadores de memoria, historia y compromiso. Sus viajes suelen tener un componente de larga estadía, mayor gasto en destino y una profunda valorización del patrimonio natural y cultural local.
Segunda residencia: más allá del turismo estacional
El fenómeno de la segunda residencia personas que eligen tener una vivienda en un lugar distinto al de su residencia principal ha ido ganando protagonismo en regiones que combinan naturaleza, tranquilidad y autenticidad. Aunque históricamente asociado a sectores de alto poder adquisitivo, hoy la segunda residencia adopta múltiples formas: desde casas familiares heredadas hasta eco-viviendas, refugios rurales o propuestas cooperativas.
Estas residencias, lejos de representar un consumo esporádico del territorio, pueden contribuir a la sostenibilidad del turismo al fomentar estancias prolongadas, consumo local, mantenimiento del espacio público y hasta la revitalización de escuelas rurales o centros de salud, a medida que algunas familias eligen residencias más permanentes o semi-temporales.
La clave del desarrollo del turismo de las segundas residencias está anclada en la planificación territorial: evitando la especulación inmobiliaria y fomentando modelos que prioricen el arraigo, la arquitectura bioclimática, el empleo local y la integración comunitaria.
Turismo de amenidades: naturaleza, calidad de vida y conexión cultural
El llamado turismo de amenidades es aquel motivado no solo por el atractivo natural del lugar, sino también por su calidad de vida: paisajes prístinos, aire puro, vida comunitaria, seguridad, acceso a alimentos saludables y servicios básicos. En muchos casos, se trata de personas nacionales o extranjeras que deciden establecerse temporal o permanentemente en destinos rurales, atraídas por un estilo de vida más coherente con sus valores personales.
Este fenómeno puede articularse de manera virtuosa con el turismo regenerativo, promoviendo la creación de proyectos productivos, culturales o educativos con fuerte base comunitaria. El turismo de amenidades, correctamente encauzado, evita el extractivismo turístico al poner en valor los recursos naturales y sociales sin degradarlos, generando arraigo y sentido de pertenencia tanto en visitantes como en residentes.
Sinergias transformadoras para territorios vivos
Lo verdaderamente transformador ocurre cuando estos tres tipos de turismo se integran en estrategias de desarrollo que miran más allá de la temporada alta y del turista ocasional. La diáspora aporta identidad, afecto y potencial de inversión; la segunda residencia genera permanencia, estabilidad y dinamismo económico; y el turismo de amenidades impulsa innovación, emprendimientos con propósito y comunidades vibrantes.
Estas formas de habitar el territorio no deben entenderse como excepciones, sino como alternativas viables y deseables para regenerar destinos en crisis demográfica, económica o ambiental. En tiempos donde muchos pueblos y parajes naturales enfrentan el abandono o la pérdida de sentido, estos modelos representan una nueva narrativa: una en la que el turismo no llega a consumir, sino a reactivar; no extrae, sino que siembra.
Conclusión: una nueva arquitectura del desarrollo turístico
Invertir en estos enfoques implica también repensar la arquitectura institucional que los sostiene: replantear el rol del Estado, revisar las políticas públicas y fortalecer la articulación con el sector privado, desde una lógica que valore la descentralización, la participación comunitaria y la sostenibilidad integral como pilares de una política turística transformadora.
No se trata solo de atraer visitantes, sino de construir pertenencia, de regenerar vínculos humanos y ambientales, de resignificar el habitar rural y natural. Porque el verdadero turismo del siglo XXI no será el que acumule visitantes, sino el que multiplique oportunidades.
Y, al fin y al cabo, el mejor turismo es aquel que deja los destinos mejor de lo que los encontró.
Magister Jorge Posdeley licjorgeturismo@hotmail.com 📱 https://wa.me/543764844111 PSS- 30/05/2025
Foto: retrato de un turista www.freepik.es