Las nuevas generaciones: entre la Difícil realidad y el cambio Climático

“Si hay un idiota en el poder es porque los que lo eligieron están bien representados” Mahatma Gandhi.

Alfredo César Dachary. Mx
cesaralfredo552@gmail.com

 Esta gran pandemia, que aún no concluye ni muestra signos de agotamiento, se ha transformado en un gran espejo donde uno puede mirar el presente y al dar la vuelta, tras este espejo, se puede ver el pasado.

No es un tema de magia es la verdad acumulada y la mentira personificada por una procesión de líderes que le rinden tributo a la gran cadena de errores exprofeso sobre los cuales se ha erigido el mayor edificio que haya construido la humanidad, la gran pobreza actual sobre los hombros de las generaciones anteriores que les tocó vivir el colonialismo como destino trágico; ésta es la vista de atrás del espejo.

Viéndolo de frente se puede observar un mundo donde hay zonas muy iluminadas y no por el sol sino por millones de focos, que le dan un aspecto de un gran circo donde la diversión es el atractivo, aunque los payasos tras la pintura de su rostro tengan lágrimas, éste es el mundo “desarrollado”, el de los iluminados.

Pero el mayor espacio es el que tiene muy poca luz, lo cual lo hace más gris, y quizás por ello se ve menos alegre, es el mundo de los sin trabajo, marginados, los que se olvidaron de ese cuento de hadas que se llama progreso y hoy se les denomina como los países que han fracasado, la gran periferia que no ha podido pasar a un nivel de vida más elevado, son la gran mayoría del planeta, y que OXFAM los define muy gráficamente.

En el 2020, el Informe de OXFAM, presentado en Davos, afirmaba que los 2,153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4,600 millones de personas (un 60% de la población mundial). En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza, y el número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde el año 2000 al 2020, mientras la pobreza extrema está aumentando según los datos de 2021 de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Los niños y niñas han dejado los jardines y patios llenos de sol para abordar con poca explicación un cambio que a un adulto le es difícil lograr, la pérdida de dos variables fundamentales: el tiempo, que comenzó a correr entre la monotonía y el miedo, y el espacio que se simplificó a uno solo en la pantalla de la computadora, el televisor o de un celular. ¡Bienvenidos al mundo digital!

Hoy en un mundo donde la vacunación sigue siendo un lujo, aunque sea la vacuna gratuita, por lo cual la pandemia no ha podido ser frenada, y con ese riesgo se reabren las escuelas para lograr que miles de niños y niñas, recuperen la sociabilización de la escuela, aún con el riesgo de ser un espacio donde el no invitado ni deseado Covid-19 aparezca para mal de muchos.

Pero en Estados Unidos, el joven ha caído afectado por una nueva epidemia, la gran renuncia donde cuatro millones de personas, cuatro millones de trabajadores – oficinistas, empleados de comercio, gastronomía y supermercados, trabajadores de transporte y cargas y «esenciales» médicos, enfermeros, docentes, cuidadores – presentaron su renuncia en abril de este año 2021.

En Europa y, en este caso en el Reino Unido, hay más de un millón de empleos vacantes que los reclutadores o empleadores no pueden llenar, a pesar de que existen más de dos millones de personas buscando empleo.

 Estos hechos son la vanguardia de un fenómeno que según el índice de tendencia laboral de Microsoft presentado por el Foro Económico Mundial, al menos 40% de la fuerza de trabajo juvenil está considerando abandonar su empleo o revisar las condiciones para pasar de modo estable al modo híbrido, la combinación entre lo presencial y lo remoto.

Según la misma investigación, los jefes declaran que durante la pandemia han prosperado significativamente y la brecha con los empleados se ha hecho palpable, evidente y dolorosamente no disimulada.

Un estudio de la Universidad de Stanford, concluye que uno de los principales factores causales de la gran renuncia fue el maltrato en el lugar de trabajo y por ello los trabajadores y trabajadoras tomaron la decisión de irse o quedarse según la actitud de la empresa durante la pandemia.

Jack Kelly, de la revista Forbes, fue más allá y lo identificó como un cambio profundo o el espíritu de la época, donde se ha aprendido de primera mano lo frágil que es la vida, lo que los lleva a reexaminar sus vidas, y así asumen que tienen un tiempo limitado en este mundo lo cual genera una suerte de momento existencial.

Pero la rebeldía de los jóvenes tiene historia, siendo el mayor referente por la profundidad de la protesta y la magnitud de la crisis, la generó el movimiento de 1968, que se inició en París y de allí a varias capitales europeas para replicar con fuerza en América Latina.

Para Wallerstein, la crisis mundial de 1968 «…por primera vez en quinientos años, la fuerza de los Estados está declinando, no debido al aumento de la fuerza de las empresas transnacionales, como se suele afirmar, sino debido a la disminución de la legitimidad concedida a los Estados por sus poblaciones, como resultado de haber perdido la fe en las perspectivas de mejoramiento gradual…”.

Algo que se va a repetir medio siglo después desde 2019 al 2021. Así tenemos que, en marzo de 2019, mientras la fundación de Bill y Melinda Gates y otras fundaciones preparaban el ensayo para agosto de ese año de lo que sería “una pandemia futura”, los jóvenes de los países centrales primero y luego en muchas capitales mundiales se alzaban por la ineptitud programada de los poderes para no enfrentar el cambio climático, dado que lo afectaba en un modelo de acumulación global con su contrapartida: el empobrecimiento mundial.

Los grupos juveniles llenos de vida y esperanza, pero esta vez amenazados en lo más sagrado, el futuro, como su gran utopía posible, se reúnen en Milán más de 100,000, en París 40,000 y 150,000 en Montreal, además de New York, Ciudad del Cabo y muchas otras grandes ciudades globales donde convive frente a frente la asimetría social.

Los carteles de los jóvenes mostraban un mundo reducido en su biodiversidad, con la pérdida del 45% de los insectos a consecuencia del cambio climático y más el 60% de los animales que han desaparecido en los últimos 50 años.

Así como en París, las paredes se transformaron en las hojas de ruta de la protesta, esta nueva generación no se quedó atrás y si exponía su protesta: ¡“No tenemos un planeta B!, No queméis nuestro futuro, Nuestra casa está en llamas”.

Era el regreso de los jóvenes a la agenda política global, en el 68, por no creer en las ideas dominantes; en el siglo XXI, porque ya no se puede creer en los que ven el fuego y le echan gasolina.

Esta vez están rodeados de ejemplos que se han podido fotografiar para ver y luego entender, desde la destrucción de las grandes reservas forestales de Alaska para sacar petróleo y gas, a la amenaza en Sudáfrica del petróleo, mientas Ciudad del Cabo se queda sin agua para beber.

En Nueva York, más de 10,000 niños de decenas de colegios se dieron cita en el Columbus Circle, para marchar a la Trump Tower, cantando, “El dinero no importará cuando hayamos muerto”, lo que revivía la tragedia del 2012 cuando Sandy azotó la zona costera, algo no esperado por la población pero que los empezó a motivar para saber más de estos “fenómenos”.

En las islas Vanuatu, en medio del Pacífico, viven la amenaza de la elevación de las aguas del mar que los inundarían, más que tiene el ejemplo de las islas Salomon, que ya fueron inundadas cinco islas por las aguas del océano, lo que llevó a que los estudiantes se manifiesten en la capital del archipiélago bajo el lema: “Elevad la voz no el nivel del mar”.

En Puerto Rico, en el 2017, un huracán dejó sin agua ni electricidad por varios días a gran parte de la isla, con un saldo rojo de más de 3,000 muertos, lo cual llevó a fuertes manifestaciones de los jóvenes, que una vez más luchan para que no les roben el futuro.

En Delhi, capital de la India, los alumnos salen a calle contra la gran polución del aire, una de las mayores del mundo, usando mascarillas quirúrgicas y al grito de la consigna: “Habéis vendido nuestro futuro para obtener beneficios”. También estaban presentes las inundaciones de Kerala que se cobraron más de cuatrocientas víctimas.

El fuego seguía creciendo y en 2019, en la ciudad de Puerto Augusta en Australia, la temperatura llegó a los 49,5°, lo cual afectó una buena parte de la gran barrera de arrecifes de coral, transformándola en una fosa común de peces muertos; y unas semanas anteriores, el Estado de Victoria tuvo grandes incendios forestales que devastó el Estado.

En Australia también ocurre otra gran tragedia cuando centenas de miles de peces de agua dulce murieron debido a una grave sequía. Los habitantes de Menindee, cerca del río Darling, que forma con el Murray la cuenca hidrográfica más importante del país, asisten a una verdadera alfombra de peces muertos, que flotan con el vientre al aire.

Esta vez los jóvenes ven la realidad transformada, la naturaleza afectada y su reacción es elemental y fundamental, no permitir que la ambición de pocos destruya las esperanzas de muchos. Este es un capítulo más de los que vienen en este enfrentamiento a un sistema que cree que ocultando o negando cambiará el trágico destino que puede tener el planeta, si no hay acuerdos para frenar la barbarie.

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