por Alfredo César Dachary“La tecnología es mejor cuando junta a las personas” Matt Mullenweg.
Hoy vivimos en una contradicción tan profunda que cuando la asumimos no sabemos que hacer, a dónde ir, cómo empezar y es que el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) supone desafíos para el mundo del trabajo, en momentos en que un corto tiempo nos borraron las grandes esperanzas y emergió la visión dura del capitalismo dirigida por los políticos de una pobre cultura, pero alimentados por un rencor ante la crisis del sistema que defienden y que no ven otra salida que sacrificar a los trabajadores.
Margaret Thatcher fue el ejemplo, hija de un modesto tendero, se asumió como la defensora del sistema de la manera más violenta abortando las huelgas, disolviendo sindicatos, encarcelando líderes, congelando los salarios, quitando derechos que ofrecía el Estado del Bienestar y dos décadas después vemos las consecuencias en la orgullosa y hoy decadente “Rubia Albión”, enfrentando a las masas pobres a través de un colonizado hindú, que repetirá la violencia que dejó huella en ese país continente cuando Gandhi luchaba por la independencia.
Hoy la IA ya generó un escenario distópico, ya está planteado en su uso dual, tanto para fines bélicos como para la paz, una contracara de la otra, ambas la promesa incumplida del siglo XX: democracia y libertad como sonaba en París a fines del siglo XVIII.
El integrar la IA a las otras tecnologías existentes hoy en día complejiza un escenario para las próximas décadas en el que se verá afectado todo el entramado económico y el tejido social: una vez más, las máquinas se impondrán a sus creadores ya que los pueden reemplazar.
Durante la Primera Revolución Industrial a fines del Siglo XVIII, se crearon nuevas condiciones y reglas de trabajo, desplazando habilidades y obreros hacia otros oficios mecanizados y esto coincidió con otras revoluciones tecnológicas, como la era del vapor y los ferrocarriles en 1829, la era del acero, la electricidad y la ingeniería pesada en 1875, la era del petróleo y el automóvil en 1908, y la era de la informática y de las telecomunicaciones en 1971.
Estos son procesos de cambio tecnológico que suceden, cada sesenta años aproximadamente, pero no emergen de la nada, sino que se van sumando a otros inventos y conflictos como el gran parteaguas de la Revolución Francesa, la haitiana y la independencia de Estados Unidos que aceleró el proceso hasta acortar los tiempos entre las grandes revoluciones de siete décadas a dos y menos, como es el caso entre la cuarta y quinta revolución industrial (Tecnológica).
En la segunda mitad de la década de 1970, el robot y la automatización ingresaron como herramientas en ascenso, piloteando en tiempo real la producción en la cinta transportadora de las fábricas, tal como lo afirma Benjamin Coriat en su libro “El taller y el robot”, y el temor se profundiza al percibir que se trata de una tecnología capaz de «pensar» por sí misma.
La tecnología se encuentra en la frontera entre las ciencias exactas y las humanas, y la ingeniería inversa avanza en sentido contrario al habitual, para obtener información a partir de un producto, con el fin de determinar cuáles son sus componentes y de qué manera interactúan entre sí, el nuevo modelo de la economía de los datos, la nueva forma de explotación no consentida, pero si apropiada del capital humano para explotar al mismo ser.
El universo matemático está poblado por imaginarios, muchos de ellos heredados del racionalismo, que postulan la ciencia como apodíctica, capaz de renunciar a pensar las contradicciones en busca de la verdad. Esta lógica es lineal y se muestra, en principio, no afín al carácter dialéctico de la naturaleza humana y sus estructuras sociales.
Los seres sociales se construyen en las experiencias, en el seno de las contradicciones inherentes a su totalidad: por un lado, en la sensibilidad y racionalidad inseparables, y, por el otro, en la división de clases y los factores inter seccionales, como la raza o el género, en el marco de una estructura social compleja y asimétrica.
La tecnología de software desmiente el mito de la neutralidad del desarrollo científico, que se arraiga en la creencia de que la matemática y sus conclusiones no dependen de los sujetos, sin embargo, lo contrario plantea Immanuel Kant al sostener que los juicios matemáticos solo existen como un proceso de abstracción del sujeto, abstracción a la que esos juicios atribuyen sentido e instrumentalidad.
Las ciencias matemáticas son una construcción humana, y por ello es que no se pueden escindir de las experiencias sociales, en incesante devenir, e incorporan sus luces y sombras y también sus conformaciones ideológicas; de ese modo, pueden reproducir sistemas de dominación y a la vez, posibilidades de resistencia y emancipación.
Por ello la matemática aplicada a las tecnologías no supone neutralidad onto-gnoseológica. Su objeto se amolda a las ideologías y se subordina a finalidades que se vinculan con intereses de los sujetos o de grupos por valores de diversos órdenes, especialmente económicos y por el contexto social.
La idea de «determinismo tecnológico», destacando que cabe a la sociedad decidir sobre el control de la automatización y los rumbos de la tecnociencia, siempre con la posibilidad de re proyectar su camino en favor de la liberación de las distintas opresiones, y es que la ciencia matemática aplicada a la tecnología afecta a los seres humanos y sus construcciones sociales.
Harari advierte que el nuevo dominio del lenguaje de la IA significa que ahora puede piratear y manipular el sistema operativo de la cultura humana, y con ello hackearla como un dato más.
La IA al adquirir dominio del lenguaje está apoderándose de la llave maestra de la civilización. Ya que las lenguas son el principal testimonio de las culturas, de allí la gravedad del uso indiscriminado y sin límites de la IA.
Si el ritmo de transformación y éxito tecnológico se mantiene similar al año que ha pasado, en poco tiempo se lograrán alcanzar una inteligencia equivalente a la humana para la mayoría de las tareas cognitivas, y aquí está la base al salto de valor y capitalización de los startups dedicados a procesar lenguaje natural, los motores “naturales de la IA”.
Harari sostiene “durante miles de años, los humanos hemos vivido dentro de los sueños de otros humanos, pero esto puede cambiar y terminaremos viviendo dentro de las alucinaciones de la inteligencia no humana”.
En Homo Deus(2016) el científico israelí plantea una teoría que a corto plazo opera la combinación explosiva de los algoritmos y la biología, y por ello es que pronostica que el ser humano en algún momento del siglo XXI se convierta en el caballo del siglo XIX.
Harari plantea que “el lenguaje es el sistema operativo de la civilización y de éste surgen el mito y la ley, los dioses y el dinero, el arte y la ciencia, las amistades y las naciones y el código informático”, y este nuevo dominio del lenguaje de la IA significa que ahora puede piratear y manipular el sistema operativo de la cultura humana.
En juegos como el ajedrez, ningún ser humano puede vencer a una computadora, pero qué sucede cuando ocurra lo mismo en el arte, la política o la religión ¿estamos preparados para aceptar la degradación y pasar así del homo centrismo al tecno centrismo?
Los algoritmos ofrecen aplicaciones múltiples y, en el ámbito de la tecnología, la matemática computacional estructura las programaciones dando forma a los sistemas y las soluciones tecnológicas, diseñando redes y estableciendo importantes interfaces con plataformas de información, el objetivo de abordar los datos en bruto, ordenarlos, clasificarlos según jerarquías poco claras, que limitan o amplían relaciones con sus interfaces, lo que incluye la interacción entre máquinas y humanos, con lo que se logra predecir sus comportamientos.
Prevalecen una cultura de no intervención y de ausencia del Estado en el campo tecnológico y una frágil protección del individuo ante la automatización, fruto del mito del progreso que tiene su raíz en la idea, estructurada por la ideología y ya bastante agotada, de que el libre desarrollo tecnológico y científico favorecería el avance de la civilización.
Doctor Alfredo Cesar Dachary. Mexico. cesaralfredo552@gmail.com Posadas. Argentina 22/04/2024
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