Ilusión y ficción ¿cuál es la realidad?

«La ficción nos la hacemos nosotros a nuestra medida.» Gilbert Keith Chesterton

 Alfredo César Dachary
cesaralfredo552@gmail.com

Los grandes cambios tecnológicos, desde el paso a la sociedad digital, han alterado de tal manera a la sociedad, que nos parece imposible mirar hacia atrás, tratando de recuperar algo del pasado para poder tener más esperanzas en el futuro, pero es muy difícil, ya que en la medida en que la sociedad se tecnifica, el humano se reduce en función, valor y perspectiva.

Esto nos lleva a que vivamos una realidad donde no está claro que, si es ficción o la realidad misma, o es una mezcla de ambas, que nos llenó un vacío de esperanza que antes habíamos perdido.

Hoy en día domina la ilusión de vivir más al igual que el tener más, competimos más con nosotros que con otros que están en la misma carrera, aunque con diferentes metas y distintos alicientes, pero todos quieren llegar a su meta individual.

Jugamos a la exploración de tierras lejanas en busca del conocimiento, antes eran expedicionarios, hoy son turistas, pero la diferencia de fondo es que antes querían controlar lo que descubrían, hoy el descubrimiento nos domina a nosotros a través de falsas ilusiones de paraísos perdidos, islas exóticas, playas salvajes y muchos imaginarios más que se pueden contratar por un tiempo para así lograr un período de éxito.

La ocupación del territorio y sus bienes por parte del turismo es la colonización post-moderna, ya que esta actividad se ha transformado en una de las metas más deseadas por la gente, que busca nuevas oportunidades en un mercado cada vez más plano desde la injusticia social, cada vez más precaristas o marginales del mercado, ese centro del placer-poder que mueve el mundo.

No hay botines de riqueza física, los hay espirituales, mentales, nuevas aspiraciones a compartir el paraíso por un corto plazo, o sea, hemos reemplazado el atesoramiento por objetos coleccionables, pero no para exhibir en una repisa con vidrio sino para publicar en un diario sin más editor que el propio sueño que se vende a sí mismo.

Hoy, las experiencias de vivencias y de imágenes del turismo se han transformado en verdaderos tesoros para el explorador-viajero, que a su vez deja una huella profunda de sus andanzas, gustos, aspiraciones y elecciones, eso que hace poco no era significativo y hoy es el nuevo oro, los datos personales.

Tenemos el impulso a traspasar los límites en la vida humana, ir más allá de lo posible, y por ello comenzamos por nosotros mismos con la expiración en el cuerpo a través de cirugías plásticas para tener una juventud que ya había pasado, concepción artificial para superar las limitaciones naturales de ciertos cuerpos o los trasplantes que de apoco nos van acercando a los ciborgs.

El tiempo es finito para el hombre, pero el espacio aparece como infinito en la línea del horizonte, lo cual nos cambia la perspectiva, ya que el tiempo se extiende en el espacio, en el dinero o en los bienes, y estas extensiones se dan por separado, según el camino que tomamos.

Con la colonización, coincide la extensión del tiempo en el espacio y en los bienes, que logramos controlar desde tierras a yacimientos, u otros elementos de valor, que “no tienen dueño” o simplemente no los queremos ver.

Con el turista la extensión es en el espacio y en los rastros que quedan en la memoria y nos permiten construir nuevos futuros imaginarios, yaque los suvenires o las fotografías son la prueba de que el hecho ha existido, el paraíso es real.

El movimiento es la forma más simple de ocupación con el propio cuerpo, que ocupa más cuando se mueve que cuando está quieto, es allí que el espacio que un ser humano ocupa depende del espacio que recorre y el tiempo que le ocupa, cada vez más intensivo y más corto ante una sociedad inestable, donde todos somos prescindibles.

Las ansias de ir lejos, conocer más culturas es extenderse fuera de los límites del cuerpo que es el principio de toda expansión: expedición, turismo o viaje y la ocupación del territorio es el proceso por el cual el espacio es ganado y convertido en territorio colonizado o expropiado y apropiado.

Apropiarse es una manera de colonizar que no precisa de ocupación física del espacio, pero ésta es su consecuencia, un ejemplo lo son en la actualidad las ocupaciones urbanísticas, donde la carretera o calles imponen reglas por las cuales seguirá la edificación, el espacio está vacío pero regulado, o sea, ocupado.

La colonización es un movimiento, una forma de ocupación, y por ello es una expansión que prescinde del tiempo y da prioridad al espacio. Los viejos conquistadores juntaban territorios bajo su control; la colonialidad moderna no necesita de espacio al cual lo maneja porque controla sus pobladores a partir de reemplazar su idioma original por el del colonizador y por más que no gobierne ejerce el poder, eso es el colonialismo.

El turismo es un ejemplo muy claro porque adecua el territorio y la población como un escenario para una obra diseñada para hacerla atractiva a los visitantes, la región se vacía de contenido propio, identidad y se llena de contenido fabricado para hacerlo atractivo, al transformar la realidad en un gran cuento, como son hoy los parques temáticos.

La expedición es un desplazamiento colectivo, y le da más importancia al tiempo que a la distancia, en tanto que prioriza el descubrimiento sobre la posesión, por ello los primeros viajeros de los imperios valorizaban tanto el poder lograr identificar la ruta sin invadir, para luego volver y poder lograr ganar sin que se vea como un despojo, sino como un acto de comercio.

El humano rompió las ataduras con su tierra cuando logró tener barcos seguros, caminos transitables y rutas trazadas, ya que no se trataba de apoderarse de nada porque el movimiento es una forma de ocupación humana, pero, sin embargo, esta experiencia se valorizó y allí comienza la mundialización, un mundo interconectado que, siete siglos después, se plantea como mundo globalizado.

Por ello, lo que ocupa el espacio y el tiempo es la expansión del conocimiento, como una forma de crear un producto que será mundialmente atractivo: la ruta de las especies, la ruta de la seda, la ruta del café, del caucho, de los bacalaos y muchos más descubrimientos que transformaron al mundo y lo hicieron más pequeño para el humano.

El turismo es una forma de apropiación sin ocupación y se diferencia de la colonización porque ésta es a nivel colectivo y el turismo a nivel individual. Los países son colonizados y son convertidos en recursos para vacaciones y el dinero regresa poco a poco en forma de turismo, la ruta nueva es el camino y la repetición de ésta construye un destino.

Los lugares colonizados en estas últimas décadas fueron colonias de los colonizadores, como el Caribe, que era un verdadero infierno para los africanos llevados por la esclavitud para producir la caña de azúcar, en medio de grandes epidemias tropicales, que luego se fueron dominando y cuando el modelo colapsa a mitad del siglo pasado, entra el turismo, que transforma el infierno en paraíso, lo prístino en edén, todo reconstruido para poder imponer una marca y un modelo propio.

Así es como los países para los turistas se reducen a una serie de marcas que son visitadas, “landmarks” marcas nacionales y humanas, que se complementan en la nueva narrativa de verdad falsificada.

La falta de tiempo, la semana turística es corta, y es necesario que sea así para que no se devele el engaño, el rito no es sino representación, lo auténtico o está en otro sitio o ha desaparecido, la nueva realidad no es una copia, sino una narración de lo que existió, endulzado con la aventura y no con la desventura de los esclavos.

Por ello es que el pasar más rápido por cada lugar no solo permite ver más sitios, tener “más experiencias” sino también es no verlos bien, justo para sentirse encantado y no defraudado. El turista es como el amante fugitivo que abandona cuando se está enamorando.

La falta de tiempo está planeada para la experiencia satisfactoria, así el paquete turístico es rentable: la “experiencia” y el turista se queda con las ganas de una nueva visita al paraíso y eso lo hace más atractivo a este destino.

El turismo pretende viajar lo más lejos en el menor tiempo al costo más bajo, por ello el turismo es como la vida, lo que falta es tiempo, y el turismo toma ventaja de esa condición, y potencializa la dupla “ocio-negocio”

La fotografía trae al objeto o sujeto que está en la distancia a nuestra imaginación, porque es el ansia de lo real sustituido hasta el agotamiento, y el del presente postergado hasta la saciedad por su promesa, lo que nos lleva a la impotencia para vivir lo que ocurre cada momento.

Por ello es que disfrutamos más de aquello que sabemos que va a quedar registrado porque sabemos que su tiempo no tendrá fin y construir el futuro es ante todo vivir el presente, con las selfis.  La incapacidad de disfrutar de lo que no tiene proyección forma parte de nuestra cultura, ya que somos educados para llegar a ser y no ser y por ello es que no tenemos la capacidad de vivir de una manera no proyectada.

Necesitamos creer que hemos encontrado la perfección y de allí la urgencia de pruebas, aunque sea mintiendo, de allí la razón de que exista la fotografía. La falta de verdad más que la mentira es parte de la imagen fotográfica, ya que la foto es siempre una parte nunca está entera, es un segundo no el tiempo.

Por ello para Baudrillard, la fotografía es como el chasco de todo acto de fascinación y es que el proceso de calificación y ordenación del cuerpo, para seleccionar lo que, en el encuadre, implica un rechazo a la otra parte. El retrato que no tiene fondo o referencia, se re-contextualiza, pero fuera del entorno visual.

Una fotografía significa la separación del plano vivencial del icónico y, por ello, a fuerza de fotografía el mundo fotográfico se toma como el real y la imagen construida supera a la misma imagen, pues hubo un momento en su creación en que nos olvidamos de que estábamos creando una imagen para crear una realidad, aunque estuvimos en otra realidad

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