por Alfredo César Dachary Mex. “Elegimos la calle porque hay toda clase de gente, el arte no es solo para una elite” Ella & Pitr.
La ciudad pasó de ser el sueño de reyes a la fantasía de los nuevos ciudadanos que emergen con la revolución industrial, un ejército en el que muchos quedan atrás, otros en la vanguardia y un amplio medio ocupado por la mal llamada clase media, hoy en peligro de extinción.
La ciudad refleja el lujo de la nueva modernidad del mundo digital, acero y cristales, pero no son todas; las metrópolis del reino de la pobreza son un infierno marino, con unas pocas islas de felicidad, que dominan los más poderosos. Las luces de neón ya han envejecido y con ellas la pobreza se ha cubierto de ser descubierta por el turista de la vida que deambula en busca de nuevas experiencias.
En medio del abandono como del deterioro, es que aparecen espacios vacíos que servirán de tela a la pintura popular o al mensaje que sacan estos nuevos artistas de la postmodernidad, los grafiteros, que junto con los hackers retan al Estado autoritario e injusto a competir en mensajes o arte, pero esta vez propiedad del habitante. De allí que grafiti o pintada a un modo de pintura o arte visual callejero, por lo general ilegal o paralegal, que es generalmente realizada en superficies amplias de espacios urbanos: paredes, portones, muros, dándoles nuevos colores e ideas a las viejas paredes descaradas o los frentes pasados de moda, con diferentes figuras desde abstractas, hasta mensajes escritos y otras formas de intervención mediante la pintura, generalmente en aerosol.
El grafiti se popularizó a partir de su incorporación a la cultura callejera estadounidense, así como a los movimientos más o menos contraculturales del hip-hop y distintas tribus urbanas, que empleaban este tipo de forma de expresión, pero las pintadas de protesta han formado parte del imaginario político de los países en la actualidad desde varias décadas atrás.
Desde las tradicionales pintas en los baños y otros espacios públicos o de uso social, en grafiti promueve lo que callan los medios y en su remplazo lo gritan las paredes, diciéndole a los regímenes autoritarios que, pese a la censura impuesta, el grafitise hace presente como una vía alternativa de protesta.
La ciudad, con sus grandes regiones de pobreza y marginación social, se considera una zona donde el deterioro se expresa como de contaminación visual, contaminación sonora, de CO-2, y otros gases deteriorando no solo la calidad de vida sino el propio escenario de la ciudad como conjunto.
De allí que el grafiti se lleva a cabo en paredes elevadas o muy visibles, a veces a modo de marcaje territorial por conquistar los espacios más audaces, visibles y que llamen la atención, ante la posible interrupción de la obra través de los medios represivos como la policía o los propios dueños de los edificios.
Un reconocimiento mundial
Pinturas enormes y abrumadoras en los edificios no nos son indiferentes, ya que se trata de una ráfaga de aire fresco en las mega ciudades dominadas por el cemento, el vidrio y los anuncios corporativos, que generan una oscura marejada de contaminación urbana, que nos termina afectando en medio de ese paisaje gris.
Pero desde hace unas décadas algo está cambiando, por iniciativa de unos pocos que hoy son unos muchos, ya que los murales hechos en estos nuevos espacios del arte callejero exigen que nos detengamos y miremos y que dejemos que todo se asimile, “afectándonos positivamente”.
Y esto ha llevado a conectar a apasionados cazadores de arte callejero de todo el mundo para documentar el arte en cada ciudad, para que el mundo sepa dónde encontrar estas joyas del arte callejero y las historias que hay detrás de ellas.
Es asi como Street Art Cities comenzó en 2016 como un pequeño intento de crear un mapa en línea para ayudar a dos cazadores de arte callejero a perseguir de manera más efectiva en sus ciudades. Un año después de lanzar una versión sencilla del sitio web se abrió la plataforma a otros cazadores que pudieran estar interesados, ya que cualquiera puede completar un formulario y obtener su propio sitio web: city.streetartcities.com.
“La respuesta sobrepasó las expectativas y en unos pocos meses, teníamos docenas de ciudades en nuestra plataforma. Ese fue el momento en el que nos dimos cuenta de que debíamos empezar a tomarnos esto en serio. Unos meses más tarde lanzamos la primera versión de nuestra aplicación y desde entonces hemos visto un crecimiento explosivo en la cantidad de cazadores, artistas, ciudades, usuarios de la aplicación y socios que se han unido a la plataforma”.
Un resultado palpable lo es Hugo Lomas, que nació en Madrid en 1980 y responde al sobrenombre de Sfhir, su nombre de guerra en el circuito del arte urbano. Él es el autor de la gran obra premiada “La violonchelista”, pintado en un edificio de nueve plantas de Fene (A Coruña), ha sido elegido como el mejor mural del mundo en el concurso convocado por la plataforma Street Art Cities.
La votación, abierta a todos los usuarios de Instagram, valoró la técnica de la anamorfosis, es decir, la ilusión óptica que permite ver una imagen completa desde una perspectiva concreta. El artista pintó a una intérprete de violonchelo y jugó con las ventanas de las escaleras del inmueble, de modo que la luz que se filtra por los vidrios ilumina los trastes del mástil del instrumento.
En cuanto al origen de este artista, se dio en la escuela donde lo pillaron haciendo una pintada y el director del colegio lo quería expulsar tres días, pero el profesor de fotografía le dijo que era mejor que repitiera el grafiti, pero bien hecho. Y así empezó todo.
Queda mucho por trabajar, para ser entendidos y librar a esta comunidad de apodos que no se merecen, ya que hay gente que hace el vándalo y otra que no, por lo que estamos hablando de un colectivo muy heterogéneo.
La gente se enfada si le pintan su propiedad, lo que es lógico y, sin embargo, tampoco hay una alternativa en el espacio público para que el joven que quiere jugar al fútbol, disponga de un campo. De allí que el artista plantea que los Ayuntamientos deberían ceder paredes para fomentar la inquietud de quienes desean pintar y desarrollar su creatividad. La labor de las escuelas y de los gobiernos municipales también pasa por conducir a los chicos por el buen camino, de modo que desarrollen esa inquietud de modo positivo y no vandálico, porque el grafiti embellece los lugares, y permite descargar ideas e intereses de los jóvenes, quienes van conociendo y reconociendo sus afinidades y aspiraciones.
El autor de “La Violonchelista” opina que no hace falta que haya que pintarlo todo, pero ahora las ciudades son impersonales e iguales, y vayas adonde vayas, la arquitectura es parecida, hay mucho hormigón y está repleta de publicidad y de cadenas. Ante esa alienación, la creatividad del grafiti provoca un efecto subversivo, por lo que es más inspirador y enriquecedor que los niños vean color en las calles y no todo gris.
Señala que primero trabajó en una multinacional, luego en una pequeña compañía y después montó su propia empresa de informática, aunque a los veinticinco años lo dejó todo por pintar. La profesión no existía como tal, pero se tiró a la piscina. “Estaba recibiendo tantos encargos que terminaba rechazándolos al no tener tiempo ni para dormir. Mi generación creó de alguna manera esta profesión y, para mí, vivir del arte urbano ha sido un triunfo”.
“Pintar en la calle supone una responsabilidad, porque estás lanzando mensajes, por eso me gusta reflexionar antes sobre ellos. Siempre trato de reivindicar algo que sea constructivo para la sociedad o, simplemente, de embellecer la ciudad y de alegrar el tránsito a la gente. Es algo inspirador: una sociedad creativa es más capaz de resolver los problemas; una sociedad encasillada y cuadriculada, ante un dilema no estipulado, colapsa, el espíritu artístico es muy importante”.
“En el mundo del arte urbano hay lugares para todo, y yo no soy quién para decir qué está bien o mal, porque precisamente me quejo de la censura que se está ejerciendo ahora desde lo público. A mí me han cancelado un trabajo en Ottawa porque iba a pintar una serpiente y argumentaron que el mural podría resultar agresivo. ¿Y si pintase una mariposa? Todo bien, hasta que llegue el momento en el que haya gente a la que no le gusten las mariposas”.
En las grandes ciudades se pintan obras reducidas a colores, abstractos, geometrías… Todo tiene cabida, pero no se puede caer en un contenido blanco para contentar a todo el mundo. Es un gran error, porque el arte debe incomodar y la censura, además de matarlo, transforma el arte en publicidad.
La pregunta difícil es saber que debe tener un mural para impresionar, es muy difícil dar con la clave y cada pared supone un reto. “En el caso de La violonchelista, el mural de Fene, recurrí a una mujer tocando un instrumento, una imagen arquetípica que funciona, porque a casi todo el mundo le gusta la música. Aprovechar la arquitectura del edificio fue muy importante, porque integramos el patio de luces en el diseño y resultó un juego mágico. Ese fue el gran acierto del mural, porque actualmente hay miles de artistas que, técnicamente, son muy buenos”.
“El grafiti es pasajero, la gran mayoría lo será, pero se están dando pasos para restaurar las paredes, como el grafiti de Muelle en la calle Montera de Madrid. Quizás pase lo mismo en el futuro cuando otros sean considerados míticos. Para ello, la gente debe ponerlos en valor y reclamar su conservación. Solo así el Ayuntamiento se tomará en serio las restauraciones”. Pero no todo es color de rosa, hay municipios que no quieren el grafiti bajo ninguna circunstancia, como es el de la ciudad más grande de Brasil, Sao Pablo; es todo cuestión de tiempo las autoridades se cultivan o la sociedad las cosecha como rastrojo ante la falta de ideas sobre la cultura, eje de la identidad de un país o una ciudad.
Doctor, Alfredo César Dachary cesaralfredo552@gmail.com PSS 04/07/2024
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