“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos” Martin Luther King.
Doctor Alfredo César Dachary, Mexico
Al comenzar el nuevo siglo, en el 2001, se realizó en Durban, en la actual Sudáfrica, el último faro del tristemente célebre apartheid, una reunión mundial cuyo tema central era la lucha contra el racismo y de allí derivó la Declaración y Programa de Acción de Durban.
En las dos décadas transcurridas desde la Declaración de Durban, se han dado grandes problemas que tienen en su base el racismo heredado de esta ideología que se ha impuesto desde la conquista del mundo a partir del siglo XV a las guerras regionales de la actualidad.
El auge del racismo en el siglo XX fue la maniobra de los países colonialistas, que en Berlín en 1983/84, se dividieron África como si fueran cotos de caza y, con los movimientos independentistas estos conflictos tomaron mucha fuerza y generaron miles de víctimas entre desaparecidos y expulsados de los países emergentes, principalmente de África.
Detrás de las principales masacres de base racista-colonialista se construyó como un “muro del olvido” una reserva o un parque nacional, como sucedió a comienzos del siglo XX en Estados Unidos en el proceso de expulsión y encierro en zonas limitadas de pueblos originarios.
En la Reunión Mundial del 2001 se aprobaron varias acciones y recomendaciones que dos décadas después se trata de evaluar para poder ver el impacto de esta situación que abarca a la gran mayoría de países del mundo y, muy especialmente, aquellos empobrecidos por la explotación colonial, sociedades asimétricas y no equitativas, que viven asfixiadas por los préstamos y demás maniobras financieras operadas por los organismos centrales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y muchos más).
Entre los avances logrados destaca el hecho que cuarenta y dos Estados han adoptado o enmendado su Constitución para prohibir la discriminación racial y treinta y cinco Estados han creado organismos de fomento de la igualdad para combatir la discriminación racial y defender la igualdad; y veintitrés Estados e instituciones regionales han adoptado políticas nacionales y regionales contra el racismo.
Así mismo, veintiséis Estados más han ratificado la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial, elevando el total a 182 Estados que forman parte de esta Convención, de los 200 que integran las Naciones Unidas.
Se declaró el Decenio Internacional para los Afrodescendientes para el período 2015 – 2024 y se ha creado el Foro Permanente de Afrodescendientes y un mecanismo de expertos independientes internacionales sobre justicia e igualdad raciales en el contexto de la aplicación de la ley en todo el mundo.
El 31 de agosto de 2021 se celebró por primera vez el Día Internacional de los Afrodescendientes, que no es algo “menor”, ya que los estudios demográficos realizados dan una cifra para muchos inimaginable: los afrodescendientes y sus descendientes en América Latina son 134 millones de personas que representan el 20.9% de la población de la región.
Un informe elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) revela que las juventudes afrodescendientes de la región enfrentan mayores desigualdades socioeconómicas e inequidades estructurales, basadas en sistemas de opresión como el racismo, el sexismo, el adultocentrismo, la heteronormatividad y el perfilamiento racial.
Uno de cada cuatro latinoamericanos se identifica como afrodescendiente, conformando la minoría más invisibilizada de América Latina, y que se concentran, en Brasil, Venezuela, Colombia, Cuba, México y Ecuador. Si a esto le sumamos que el 13% de la población de Estados Unidos es de descendencia afroamericana, se transforma en la gran fuerza oculta de América.
La población mundial en 2100 se estima, según los expertos que realizan proyecciones basadas en una serie de factores, principalmente la llamada tasa global de fecundidad (TGF), que es un promedio de la cantidad de niños vivos que nacen por cada mujer, por ello para que una población pueda crecer, o al menos mantenerse estable, es necesario, como mínimo, una TGF de 2.1, es decir, que el promedio de nacimientos sea de2.1 hijos por mujer. Esto se conoce como la «fecundidad de reemplazo».
En el 2022, las mujeres del mundo tienen, en promedio, 2.4 hijosy en muchos lugares, la cifra es aún más baja, como Japón, Corea del Sur y Europa.
«Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en países donde la fecundidad está por debajo del nivel de reemplazo de 2.1 hijos por mujer, y una gran proporción de esta población vive en países con niveles de fecundidad muy bajos y en descenso», le dijo, a BBC Mundo, Sabrina Juran, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Esto ha llevado a los expertos a proyectar que la población mundial llegará a su punto máximo en unas décadas y luego empezará a caer, y la proyección más reciente, realizada en 2020 por el Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington y publicada en la revista científica The Lancet indica que, para finales de este siglo, 183 de los 195 países del mundo tendrán una tasa de fertilidad por debajo de los niveles requeridos para reemplazar a su población.
Es en este contexto, que muchos miran con interés al continente africano, en particular a los países de África subsahariana, como se conoce a la inmensa región del centro y sur del continente, que agrupa a 54 países. Y es que, a contramano de lo que ocurre en el resto del mundo, en esta zona, que fue la cuna de la especie humana y el lugar desde donde se pobló originalmente la Tierra, la población está creciendo exponencialmente.
Las proyecciones indican que se duplicaría para 2050, alcanzando los 2,500 millones.
En la práctica, esto significa que, en menos de treinta años, un cuarto de la humanidad podría, potencialmente, ser africana.
El crecimiento poblacional de África es dos veces más veloz que el de Asia del sur y casi tres veces más que el de América Latina.
Esta grave amenaza global impulsa al continente africano, por tener una particularidad única de esta región: en la mayoría de los países africanos al menos el 70% de los ciudadanos tiene menos de 30 años. Esto contrasta fuertemente con la situación del resto del mundo, donde la población se avejenta a paso veloz. Juran resalta en este punto el caso de América Latina y el Caribe, que es la región «con el envejecimiento de la población más rápido del mundo».
De allí que la explosión demográfica de África ha llevado a la ONU a concluir que este continente «desempeñará un papel central en la conformación del tamaño y la distribución de la población mundial en las próximas décadas».
En su reciente libro «8 mil millones y contando: cómo el sexo, la muerte y la migración dan forma a nuestro mundo», Jennifer D. Sciubba, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington destaca que en África subsahariana la TGF es de 4.7 hijos por mujer, casi el doble de la tasa mundial. En tanto, en la mayor parte de Europa, Asia oriental y sudoriental, Oceanía, América del Norte y grandes partes de América Latina la tasa de fecundidad ya cayó por debajo del nivel de reemplazo de 2.1.
Para esta demógrafa y geopolítica se está creando la mayor brecha demográfica de la historia, donde los países que han liderado el orden mundial durante el último siglo, hoy se están convirtiendo en las sociedades más envejecidas de la historia, y las naciones más pobres y menos poderosas del planeta, donde la mayor parte de la población es joven.
François Soudan, editor del semanario francés Jeune Afrique, advirtió sobre este fenómeno en un artículo titulado: «El futuro de la humanidad será menos blanco y cada vez más africano» y por ello, «en 2100, una de cada tres personas del planeta nacerá en el África subsahariana», destacó Soudan en la nota publicada en The Africa Report. «Nigeria superará en población a China, convirtiéndose en el segundo país más grande después de la India», dijo, citando el trabajo del IHME.
Mientras que naciones como Japón, España, Italia, Portugal, Tailandia y Corea del Sur verán su población reducida a la mitad a fin de siglo, la población de África subsahariana se triplicará.
Esto quizás ayude a entender porque Itamaraty, la Cancillería brasilera, ha sido la pionera en las relaciones de América y África, en términos de cooperación y equilibrio comercial, una ventaja que será fundamental en la segunda mitad de este primer medio siglo. Las proyecciones de la ONU son aún mayores, y prevén que la población africana alcanzará los 4,300 millones para 2100, equivalente a casi el 40% de la población mundial. El siglo XX comenzó la era de Asia con China e India, y en el XXI, será el de África.
Doctor Alfredo César Dachary, Mexico cesaralfredo552@gmail.com PSS 25/03/2024
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