Democracia y libertad: dos utopías que se han intentado a lo largo de la historia

   “Sin democracia la libertad es una quimera”.

Octavio Paz

Por Alfredo César Dáchary*

La historia del desarrollo de la humanidad ha evolucionado a lo largo de los siglos hasta llegar a las primeras civilizaciones, que sintetizaron un orden en determinados pueblos a partir de un modelo que tendrá larga vida, reyes o emperadores en la cima del poder y hacia abajo, la gran mayoría una sociedad profundamente desigual.

Los grandes imperios desde los faraones a Babilonia, impulsaron un Estado fuerte, rígidamente controlado y profundamente desigual, siendo las mayorías los más perjudicados frente a una minoría gobernante por “Derecho divino”, primero impusieron el patriarcado, desplazando del poder a la mitad de la población: la femenina, luego les tocó a los hombres con la megamáquina que los esclavizó para producir los grandes monumentos civilizatorios: pirámides, fortalezas, acueductos y mucho más, además de las que se sumaban como botines de guerra, fruto de la megamáquina militar.

Los europeos en la modernidad han ido construyendo una serie de principios para respaldar la democracia que enunciaban, pero que aún no llegaba, y comienzan con partir de un modelo: Grecia, que promueven como el origen de la democracia, lo cual es una forma elegante de crear una narrativa falsa para justificar algo que tampoco podría hacer posible: la igualdad de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones.

Grecia creó, a partir de un modelo patriarcal, una democracia de solo hombres, que además debían tener una base cultural y económica mínima, que es la antítesis de la democracia real, pero esos “defectos”, no se consideraban, lo que importaba en la narrativa es la idea abstracta.

Con la emergencia del racionalismo, que surgió en contraposición al pensamiento teológico medieval imperante en Francia en el siglo XVII, se creó la idea del «ciudadano», el individuo que reconoce al Estado como su ámbito legal, y lo operaciona a través de  un sistema de derecho uniforme en todo el territorio y la idea de «igualdad legal», que era imposible de cumplir en pleno dominio del absolutismo, faltaba aún la Revolución Francesa.

Luego de siglos de manejos centralizados en la religión, los reyes y la nobleza era muy difícil lograr acuerdos sobre lo que es el Estado nación, aunque se logran unificar ideas sobre lo que es necesario para poder erigir esta institución y se reconoce que la nación es un agrupamiento humano delimitado por las similitudes culturales (lenguareligión) y un Estado puede albergar a varias naciones en su espacio territorial y una nación puede estar dispersa a través de varios Estados.

Los tres derechos básicos que levantó e impuso la Revolución francesa en 1789: libertad, igualdad y fraternidad están en la base de la democracia y el Estado nación y los modelos de agrupación en torno a una autoridad central.

La construcción del mito y la narrativa continua.

         Las tres revoluciones de ese tiempo que coinciden con el inicio del capitalismo industrial, son las tres formas posibles de interpretar en esa época la democracia, en medio de la caída de la aristocracia y el nacimiento del proletariado industrial a partir de los siervos de la gleba y el final de la esclavitud.

Así tenemos que entre 1776 y 1804 hay tres grandes revoluciones que agitarán el mundo atlántico: la de Estados Unidos de América entre 1776 y 1783, la de Francia entre 1789 y 1815 y la de Haití entre 1791 y 1804. Las tres son muy diferentes por sus ideas y sus circunstancias políticas, que determinaron sus resultados.

 El actual Estados Unidos plantea en su constitución: formar una Unión más perfecta, establecer justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general y asegurar para ellos mismos y para sus descendientes los beneficios de la Libertad.

Pero es una revolución burguesa donde quedan afuera la mayoría de los pobladores, pueblos originarios, los esclavos y demás no europeos, por ello se tuvo que esperar hasta la década de los 70 del siglo XX para lograr la instauración de los derechos civiles a los “afroamericanos”, o sea, terminar con el apartheid.

En Francia fue el pueblo el que se levantó contra la gran opresión e injusticia de la aristocracia y logró derrotar a ésta e imponer la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, es uno de muchos de los documentos fundamentales al definir los derechos personales y los de la comunidad, además de los universales, influida por la doctrina de los derechos naturales, los derechos del hombre se entienden como universales.

Aun cuando establece los derechos fundamentales de los ciudadanos, franceses y de todos los hombres sin excepción, no se refiere a la condición de las mujeres o la esclavitud, aunque esta última sería abolida por la Convención Nacional el 4 de febrero de 1794. Pero no fue hasta que Olympe de Gouges, en 1791, proclamó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana que las mujeres entraron en la historia de los derechos humanos.

Haití ocupaba la mitad de dominio francés y para el estallido de la Revolución Haitiana, la habitaban 60 mil personas libres y 500 mil personas esclavizadas, que fueron raptadas e introducidas a la isla desde 1697.  

Haití era la colonia que producía más ingresos de toda América, y su economía originaba y exportaba la mitad del azúcar y del café consumido en el mundo, logrando a fines de 1780, ser el mayor mercado para el comercio esclavista que trabajaba en plantaciones, y los que habían nacido en la isla, la esclavitud criolla, que solía trabajar en el servicio doméstico, en el artesanado y como capataces y de sus filas provendría la mayoría de los liderazgos de la revolución.

En 1804 comenzaba en Haití con la declaración de su independencia, y el jefe de Estado, el general Jean-Jacques Dessalines, un ex esclavo, proclamó la independencia de “L’État d’Haiti”. El nombre adoptado por esta nueva nación es taíno, nombre indígena fue borrado con violencia por la colonización, y que pasó a llamar a la isla Santo Domingo. De allí que la elección de Haití pasaba a borrar el pasado colonial europeo.

En 1805 se sancionaba en Haití una Constitución, cuyo artículo 14 declaraba:

“Todas las distinciones de color necesariamente desaparecerán (…); todos los ciudadanos haitianos, de aquí en adelante, serán conocidos por la denominación genérica de negros”. Mientras que el artículo 12 afirmaba: Ninguna persona blanca, de cualquier nacionalidad, podrá poner pie en este territorio en calidad de amo o propietario, ni en el futuro adquirir aquí propiedad alguna”.

La independencia de Haití, a decir del profesor Alan Karras, tuvo un precio porque siguió siendo un territorio política y económicamente aislado durante buena parte de su historia y potencias como Inglaterra, Francia y Estados Unidos le implantaron un bloqueo económico y político.

Tras el fin de la Revolución Haitiana en 1804, el legado del dominio colonial, la esclavitud y las sanciones económicas impuestas por Francia han seguido afectando a la vida social y política de Haití hasta hoy.

Los historiadores africanos y caribeños no dudan hoy en día de la importancia de la Revolución Haitiana, y de cómo el ejemplo de esta exitosa rebelión apoyó el avance hacia la abolición de la esclavitud por parte de las potencias coloniales, y la Revolución Haitiana, con su insurrección cívica masiva y la lucha por la libertad del dominio colonial y la esclavitud siguen siendo un ejemplo extremadamente poderoso de la lucha anticolonial.

Parte del ejército de Dessalines se llamaba a sí mismo “incas”, pareciera que el nombre “incas” o “hijos del Sol” tuvo la misma función que el de “Haití”, borrar las diferencias impuestas por la colonización, y es probable que haya estado inspirado en las rebeliones andinas lideradas por Túpac Amaru y Túpac Katari.

Así vemos que América Latina y el Caribe tienen una sola revolución por la liberación de las mayoría de los pobladores, negros y esclavos, a diferencia de la de Estados Unidos, hecha por los blancos y que nunca consideró a los pueblos originarios ni a los esclavos, al extremo que a mitad del siglo XIX, estalla una guerra civil en el naciente país, donde los hacendados del sur pretenden mantener la esclavitud, frente a los del norte que la consideraban algo de otra época y que era un freno para el desarrollo capitalista de ésta, que se transforma en el siglo XX en la potencia capitalista hegemónica.

En Latinoamérica se dan las revoluciones anti imperiales cuando España estaba derrotada, cuya última etapa fue la guerra Estados Unidos – España a fines del XIX, donde se termina de quebrar el poder español y poco antes Brasil genera la caída del imperio y el nacimiento del Estado – nación moderno.

Pero la gran mayoría de los pueblos oprimidos siguen como tal y desgraciadamente hasta hoy los pobres de Latinoamérica son las grandes mayorías de nativos, mestizos y negros, ex esclavos, que en dos siglos han avanzado muy poco.

Hubo muchos intentos de revoluciones y alzamientos, incluso de invasiones imperiales, como en México que, a mitad del siglo XIX, le arrebatan más de la mitad del territorio heredado y tres décadas después el primer país con un desarrollo industrial incipiente, Paraguay es invadido por la triple alianza: Brasil, Argentina y Uruguay, generando un genocidio muy similar al haitiano, en números y salvajismo.

Los alzamientos de rebelión han seguido y hoy América Latina y el Caribe, en el Informe Panorama Social 2022 proyecta que 201 millones de personas (32,1% de la población total de la región) viven en situación de pobreza, de los que 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema.

Oxfam alerta que, de mantenerse la tendencia de concentración extrema de ingresos en los próximos ocho años, el 1% de la población en América Latina y el Caribe acaparará más riqueza que el 99% restante. En junio de 2015, Oxfam México presentó el informe “Desigualdad extrema. Concentración del poder económico y político” en el que se alertaba ya sobre las consecuencias de la alta concentración de riqueza en la democracia y el Estado de Derecho. “La concentración de riqueza va unida a la concentración del poder. Esto está produciendo un ‘secuestro de la democracia’, en el que los Estados dejan de estar al servicio de las necesidades de la ciudadanía”.

Por lo que la pregunta final es ¿dónde está la democracia en nuestra América Latina y el Caribe además de los otros continentes?

(*) Nació en Argentina en 1946. Es doctor en Ciencias Sociales, autor de una docena de libros y centenares de artículos científicos y de divulgación. Investigador y profesor universitario, director de proyectos y asesor de gobiernos, en los últimos años se ha dedicado a sistematizar conocimiento académico en torno al emergente tema del turismo.

alfredocesardachary.com/ | cesaralfredo552@gmail.com

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