De la ecología al ambientalismo, un camino complejo
Alfredo Cesar Dachary
cesaralfredo552@gmail.com
En 1869, Ernst Haeckel plantea el concepto de ecología y con ello comienzan formalmente a gestarse las bases de lo que será el futuro pensamiento científico de la ecología. Hackel definía, de una manera muy general, a la ecología como “la totalidad de la ciencia de las relaciones del organismo con su entorno, que comprende en un sentido amplio todas las condiciones de existencia”, definición que luego se ira adecuando al crecimiento de esta ciencia (Deleage, 1991).
Esta es la época de mayor ebullición del conocimiento científico en todos los órdenes, la época del auge del capitalismo, y el momento que se iniciará una nueva era y etapa del colonialismo, bajo la égida del imperio inglés.
El siglo XIX es el siglo del Imperio Británico, que según el clásico historiador Eric Hobsbawm este largo siglo se divide en dos grandes etapas: la primera que comienza en 1848 hasta 1875, es la era del capital y de allá hasta la primera guerra mundial es la era del Imperio (Hobsbawm, 2005).
En la era del capital se funda la Sociedad Zoológica de Londres (1826) obra de Sir Stamford Raffles, ex virrey de la India y fundador de Singapur. Pocos años después, en 1830, se crea la Sociedad Geográfica de Londres, la que recibió licencia real en 1859.
Ya en la era del Imperio Británico, en 1903, se funda la Sociedad de Conservación de la Fauna Silvestre del Imperio, que era posterior a la Real Sociedad para la Protección de las Aves de 1889, y que tenía como objetivo la conservación y la creación de una red de parques nacionales, acorde a la política imperial del manejo de los recursos mundiales.
La Sociedad de Protección de la Flora y la Fauna es el centro de formación de los cuadros del imperio que han sido los creadores de las nuevas organizaciones de conservación y administradores de las antiguas sociedades.
Años después, esta Sociedad y la de Eugenesia apadrinaron las asociaciones de la era ambiental, World Wildlife Fund (WWF) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En Londres, en 1913, se funda la British Ecological Society, tiempo en que se realizaban grandes expediciones en los vastos territorios coloniales, al final de una era, en el comienzo del ocaso de la época de oro del Imperio Británico.
El final de la primera guerra mundial, el tiempo de la Belle Epóque, fue donde se gestó una de las formas más duras del capitalismo de Estado, el nazismo, ideología que tomará el poder en Alemania y se extenderá a Italia, España y Portugal, entre sus primeros aliados, además del Imperio Japonés.
Allí nacen las tres leyes, las primeras en el mundo, que tratan de compaginar un proyecto ecológico de gran envergadura y desde el Estado, hecho que luego se borra de la historia verde del siglo XX, sin ninguna explicación.
El 3 de julio de 1934 sale una ley que limita la cacería, algo impensable en el Imperio Británico y, un año después, en 1935, se edita lo que es el primer monumento a la ecología moderna, la Ley de Protección de la Naturaleza.
En 1939, se publica la obra titulada “El derecho alemán de la protección de los animales” que sintetiza toda la legislación ambientalista que se plantea en la Alemania nazi. (Ferry, 1994)
Las bases del pensamiento ambiental nazi están en la recuperación del tema central de la lucha del sentimentalismo romántico contra el clasicismo de la ilustración, por ello la naturaleza que plantean proteger no es la que ha sido transformada por la cultura o el arte del hombre, sino la naturaleza virgen, que todavía da fe del origen de los tiempos: “la naturaleza salvaje”.
El amor a la naturaleza, tal como lo planteaba el nazismo, tiene una coincidencia muy grande con lo que hoy se denomina la Ecología Profunda, concepción casi religiosa que centra en lo biológico su accionar en vez de lo humano, idea que renacerá a finales del siglo pasado en un selecto número de financistas que están comprando grandes áreas en América, como Tompkins y Goldsmith.
En 1949 se funda, con licencia real, el Consejo de Conservación de la Naturaleza, que era uno de los cuatro organismos de investigación del Consejo de la Reina, y que a su vez fue el primer organismo de conservación establecido por estatutos en el mundo.
Desde estas trincheras, el Viceprimer Ministro del Reino Unido, Max Nicholson, redactó la legislación de conservación y trazó las líneas estratégicas del futuro movimiento ambientalista mundial, comenzando por la campaña contra el uso del DDT que inmortalizaría en su libro El verano silencioso, Rachel Carson.
Pero la obra de este político – aristócrata va más allá, ya que redactó la constitución del UICN, que ya habían constituido en 1948, también por el inglés Sir Julián Huxley, quien también fue el diseñador de la UNESCO, de la cual fue su primer Director General, y que planteó desde el comienzo una doble función de esta entidad: la necesidad de proteger la vida silvestre y la eugenesia.
Esta última se caracteriza por la posibilidad de emplear procedimientos de biología molecular para el diagnóstico genético y la intervención directa sobre los genes. Con ambos, los genes humanos y el germoplasma de la vida silvestre se tendría el control de la vida en el planeta.
En 1961 organizó y presidió la Comisión de la creación de WWF, que originalmente sería un organismo para financiar la UICN, aunque luego tomó su propio camino, y además apoyó la designación de su primer Presidente y par, Sir Meter Scott.
El actual presidente de la UINC es Sir ShiridathRamphal, que coincidentemente fue Secretario General de la Mancomunidad Británica y es, al igual que el director de la misma Martin Holdgate, funcionario del Departamento de Medio Ambiente del Reino Unido, miembro del selecto club de la aristocracia y la conservación inglesa.
Sus políticas han dado más resultado que lo esperado en el control de estos temas centrales de la agenda mundial, ya que el Programa Ambiental de la ONU (UNEP) nace de la reunión de 1972, organizada por Maurice Strong, del grupo fundador de WWF.
Este organismo, la UNEP tiene sede en Kenia, antigua colonia inglesa, y colabora estrechamente con la UNESCO, WWF y UICN , mientras el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación está en Cambridge, Inglaterra y es copatrocinado por WWF y UICN, siendo el lugar donde se definen las estrategias mundiales de la conservación.
El paso siguiente fue la política nacional, y será Edward Goldsmith en 1970, el fundador de la revista radical verde TheEcologist, y de allí el Partido Verde del Reino Unido, todo ello con el apoyo de su hermano Sir James Goldsmith, financista y apoyo económico de WWF junto con John Aspirall, de Amigos de la Tierra.
En el imperio emergente, Estados Unidos, también se sientan las bases de la política mundial de recursos a partir de la conservación, y en 1969 David Broker, abandona el Sierra Club y crea uno de los grupos fuertes de Estados Unidos, Amigos de la Tierra, con tendencias a un conservadurismo más radical.
El primer Sierra Club fue fundado en 1892 por John Muir, que venía de ser un centro de viajeros y excursionistas y de allí pasó a ser un centro de poder de los ambientalistas a nivel de las más altas esferas de Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XX.
En 1982 fue fundado el Centro Mundial de Recursos (CWI) por Rusell E. Train, presidente de WWF en Norteamérica y con el apoyo financiero del Fondo de Rockefeller y la Fundación McArthur. En 1969 se creó Amigos de la Tierra (AT) por el ya conocido David Brower, ex director del Sierra Club, que dos décadas después se trasladó a Inglaterra para integrarse con otras dos organizaciones y bajo el financiamiento de los Rothschild y Goldsmith inician los ataques contra las centrales atómicas, desde una de las base centrales de la Shell.
Greenpeace se fundó en 1971, en plena revuelta de la juventud occidental, en la era más contestataria, emergiendo en los Países Bajos, pero rápidamente se expande por el denominado mundo desarrollado occidental y de allí a todo el planeta.
De este grupo de poder ambiental se derivaron cuatro organizaciones radicales de conservacionistas: Los Pastores del Mar, El frente de liberación animal y HeratFirst y junto a ellos Lynx.
El ambientalismo, como expresión moderna de los conservacionistas, tiene un tronco común, el poder en su máxima expresión no son el fruto de una reflexión de las bases, son la doctrina dada desde el púlpito, que como una religión tiene desde fanáticos hasta adherentes, de financistas a aportadores mínimos, de académicos a golpeadores.
Esta nueva ideología forma parte de un grupo de ideas adecuadas a los nuevos tiempos, pero manipuladas de manera tal que entre ellas no haya relación cuando en sí el problema del mundo es simplificadamente uno: la gran asimetría y su profundización permanente, al extremo que hay grupos de pobladores del planeta en “peligro de extinción”.
Enfrentarse a estos grupos de poder a nivel mundial es muy difícil y riesgoso, experiencia que ya ha vivido Bjorn Lomborg, ex miembro de Greenpeace y hoy un crítico del ecologismo, como una forma de pesimismo, que nos lleva a pensar que día a día estamos rompiendo el débil equilibrio del planeta, lo cual aún no se ha probado fehaciente-mente (Lomborg, 2003).
Así el ecologismo, como idea “progresista” se asemeja a los programas de centro izquierda latinoamericana que gustan presentarse como alternativa al capitalismo, pero que no representan sino el resultado de un equilibrio transitorio entre sus dos fracciones opuestas: el capital industrial y el financiero en el marco formal que establece la así llamada democracia occidental (Zizek, 2004).