
✨ Porque hay lugares que no mueren: solo esperan que alguien vuelva a contar su historia. por Jorge Posdeley, «Soluciones del Marketing Digital con Formatos de Cuentos» En este relato conocerás cómo un viejo bar cervecero, perdido entre la competencia y el olvido, logra renacer gracias a una visión estratégica que integra y combina lo mejor del marketing moderno: storytelling, storydoing y storyliving. Convirtiendo cada visita en una experiencia auténtica que deja huella. Este cuento te mostrará, de manera emotiva y práctica, cómo una narrativa bien construida y sostenida por acciones reales puede convertir un servicio turístico tradicional en una propuesta innovadora y memorable, capaz de reconquistar corazones y mercados. Porque cuando un destino cuenta, hace y vive su historia… la magia vuelve a ocurrir.
Había una vez, en un pequeño pueblo turístico escondido entre la húmeda selva y caminos de tierra roja, un bar que había sido durante décadas el alma de las noches del lugar. Se llamaba “El Bar del Tío Otto”, y su fama se debía no solo a la espuma dorada de su cerveza artesanal, sino también al carácter entrañable de su dueño: un hombre de pocas palabras, bigote espeso y mirada que sabía escuchar las historias de todos.
El Tío Otto había fundado el bar en los años setenta, cuando al pueblo llegaban apenas unos viajeros curiosos en busca de silencio y paisaje. Con el tiempo, el lugar se volvió una parada obligada: los turistas pasaban por allí a probar la cerveza casera, escuchar anécdotas de viejos tiempos y llevarse una foto junto al cartel de madera que decía:
“Aquí, el tiempo no se mide en horas, sino en historias.”
Pero el tiempo ese viajero que nunca se detiene siguió su curso.
El turismo como actividad creció, el pueblo cambió y aparecieron nuevos bares, más modernos, con luces y pantallas, comenzaron a llenar las calles. El Viejo Bar del Tío Otto, fiel a su estilo, se mantuvo igual: la madera crujía, las sillas eran las mismas y el reloj colgado detrás de la barra había dejado de marcar la hora exacta hacía años. Poco a poco, los clientes comenzaron a disminuir, y el bar, como su dueño, envejecían en silencio.
Hasta que un día, los hijos del Tío Otto que habían crecido entre barriles, risas y música alemana decidieron volver al pueblo. Querían recuperar aquel espacio que había marcado su infancia, pero sabían que no bastaba con pintar las paredes o cambiar las mesas. Había que devolverle vida, sin traicionar su esencia.
Así fue como convocaron a un grupo de amigos profesionales del turismo y la comunicación, quienes escucharon la historia del viejo bar con atención y emoción. Tras largas charlas entre mates, proyectos y planos, les propusieron un desafío: revivir el bar aplicando una estrategia basada en el storytelling, el storydoing y el storyliving.
Primero se pusieron a trabajar el storytelling: rescataron las historias que el Tío Otto solía contar sobre sus viajes a al viejo mundo, a Alemania, los primeros turistas que llegaron al pueblo, las serenatas improvisadas en noches de tormenta y el origen secreto de su receta de cerveza. Esas historias se transformaron en el corazón del nuevo relato del bar.
Luego llegó el turno del storydoing: no se trataba solo de contar las historias, sino de hacer que los visitantes las vivieran en primera persona. En el nuevo Bar del Tío Otto, los clientes podían elegir una cerveza inspirada en cada capítulo de la historia del lugar: “La Tormenta del ’82”, “El Viaje de Otto”, “La Cerveza del Forastero”. Además, una pequeña galería con objetos antiguos invitaba a los visitantes a redescubrir anécdotas escondidas detrás de cada elemento, como si el bar mismo fuera un museo vivo.
Y finalmente, el paso decisivo: la llegada del storyliving.
El nuevo equipo decidió que el bar no solo debía contar y recrear una historia, sino convertirse en una experiencia que los visitantes pudieran habitar. Así nació “La Noche del Tío Otto”: un evento mensual donde los pobladores compartían relatos, se tocaba música en vivo y los turistas podían participar tirando su propia cerveza o dejando en una libreta una historia personal para los próximos viajeros.
El viejo bar comenzó a resucitar. Las luces cálidas volvieron a encenderse, pero esta vez iluminaban no solo las paredes, sino los recuerdos. Los turistas ya no iban solo a tomar una cerveza: iban a vivir una historia.
Y aunque el Tío Otto ya no estaba detrás de la barra, su espíritu seguía presente. En cada brindis, en cada risa compartida, en cada historia nueva que nacía bajo el techo de madera.
El tiempo seguía sin medirse en horas, sino como siempre quiso el Tío Otto en historias que merecen ser contadas y vividas.
✨ Porque hay lugares que no mueren: solo esperan que alguien vuelva a contar su historia.
✍️ Por Magister Jorge Posdeley. Arroba Consulting – Consultoría en Turismo, Marketing Digital y sostenibilidad https://wa.me/543764844111 licjorgeturismo@gmail.com PSS 25/10/2025.-
