Inteligencia Artificial: ¿el miedo a qué?

A la gente le preocupa que las computadoras se vuelvan demasiado inteligentes y se apoderen del mundo, pero el verdadero problema es que son demasiado estúpidas y ya se han apoderado del mundo”. Pedro Domingos.

                                                         Dr. Alfredo César Dachary MX

En la primera semana de noviembre del 2023 , las tres potencias tecnológicas, Estados Unidos, China, la Unión Europea, y una veintena de otros países firmaron en el Reino Unido la Declaración de Bletchley para un desarrollo “seguro” de la inteligencia artificial (IA).

A finales del mes mayo de ese año, más de mil líderes e investigadores de la tecnología se unieron para redactar una carta, en la que pidieron frenar los acelerados avances en programas de inteligencia artificial como ChatGPT, y entre los firmantes se encontraron el cofundador de Apple, Steve Wozniak, Elon Musk, quien paradójicamente acaba de fundar una empresa de IA a la que bautizó como X.AI. y el historiador, Yuval Noah Harari.

Para este pensador que le toco abrir la Caja de Pandora en su libro “Homus Deus, breve historia del mañana”, la Inteligencia artificial aseguró que es la primera tecnología de la historia que crea historias, no se limita a difundir los contenidos que producen los humanos. Puede producir el contenido por sí misma.

Para Noam Chomsky, los avances que presentan los desarrolladores de la IA son motivo “tanto de optimismo como de preocupación”, porque pueden ser útiles para resolver ciertas problemáticas, mientras que, desde la segunda, porque “tememos que la variedad más popular y de moda de la inteligencia artificial (el aprendizaje automático) degrade nuestra ciencia y envilezca nuestra ética al incorporar a la tecnología una concepción fundamentalmente errónea del lenguaje y el conocimiento”.

 Pero lo mas importante para Chomsky es que estas aplicaciones no son realmente “inteligentes”, debido a que carecen de capacidad crítica, y si bien, pueden describir y predecir “lo que es”, “lo que fue” y “lo que será”, no son capaces de explicar “lo que no es” y “lo que no podría ser”.

En resumen, ChatGPT y sus hermanos son constitutivamente incapaces de equilibrar la creatividad con la restricción, ya que bien sobregeneran produciendo tanto verdades como falsedades, respaldando decisiones éticas y no éticas por igual, o bien infrageneran mostrando falta de compromiso con cualquier decisión e indiferencia ante las consecuencias.

Para Eric Sadin, autor de un texto muy claro sobre la IA, la estructura lógica que controla una determinada base de conocimiento es un sistema experto para emular razonamientos y acciones humanas con precisión asombrosa, moldean cada vez más la vida humana.

Para Sadin, la IA genera un estado de asombro que es un estado de engaño, cuyo poder está, principalmente, en la dificultad de advertirlo como tal, porque ya estamos moldeados digitalmente.

La IA es el poder ascendente y acelerado sobre todas las sociedades de hoy, toda la vida y pensamiento actuales, por ello entender la naturaleza y sentidos de la IA constituye tal vez el mayor desafío para la filosofía de hoy.

Manejar  la  información,  en  grandes  cantidades  y  de  manera  altamente  acelerada, ha sufrido una transformación profunda en el siglo XXI, ya que la tecnología computacional es hoy muy diferente, porque el manejo digital de un sistema experto sea capaz de producir verdades y conocimientos que determinen guías de conductas, caminos de decisión, formas de organización humanas, y ya no solo “acompañen” a las acciones humanas, todo ello sobre la base del poder para interpretar automáticamente situaciones.

De la idea de una IA significa una ayuda a las acciones y decisiones humanas, de ser una herramienta precisa y eficiente en la cual se puede confiar, ha pasado a ser esencialmente distinta, a constituirse en una franca determinación de las acciones humanas.

Kate Crawford, autora del “Atlas de Inteligencia Artificial”, tiene una perspectiva más amplia de la IA ya que la saca de su papel en la máquina y la inserta en el mundo real, donde pierde esa forma de ser casi una iluminación para transformarse en una tecnología con mucho trabajo humano que no se ve ni reconoce para mantener la idea de una gran magia.

Para esta autora hay dos Mitologías distintas: el primer mito es que los sistemas no humanos son análogos a la mente humana, por ello con recursos, entrenamiento y una inteligencia parecida a la del ser humano se pueden crear de cero, sin tener consideraciones de manera fundamentales en que las personas se encargan, se relacionan y ubican dentro de contextos más amplios.

El segundo mito es que la inteligencia es algo independiente como algo natural y separado de las fuerzas sociales, culturales, históricas y políticas, y este concepto ha generado mucho daño, porque justifica desde la esclavitud a la eugenesia.

En 1950, uno de los “padres” de la computación Alan Turing, predijo, que para fin de siglo XX el uso de palabras y opiniones generales razonadas cambiará tanto, que uno podrá hablar con máquinas pensantes, sin esperar a que lo contradigan, y en 1958 el matemático John Von Neumann aseguro que “el sistema nervioso de los seres humanos es a primera vista digital”.

Pero no todos coinciden, como es el caso de Marvin Minsky (MIT) “…Por supuesto que las máquinas pueden pensar, nosotros podemos pensar y somos máquinas hechas de carne”.

Joseph Weizenbaum, creador de “Eliza” el primer programa conversacional, creía que la idea de los seres humanos son meros sistemas procesadores de información que involucraba una noción demasiado simplista de inteligencia y que ocultaba una tremenda fantasía de una máquina que aprendiera igual que un niño.

En 1961 en una conferencia en el MIT sobre Administración de empresas y la computadora del futuro, con la participación de: Grace Hopper, Joseph Carl Robnett Licklider, Marvin Minsky, Allen Newell, Herbert Simon y Norbert Wiener.

La conclusión de John McCarthy “…las diferencias entre las tareas humanas y las de las máquinas son ilusorias, requerirán más tiempo las máquinas para resolver problemas más complicados, y Hubert Dreyfus contra argumentó que, “los ingenieros ni siquiera consideran la posibilidad de que el cerebro pudiera procesar información de una manera diferente a una computadora”.

Con el nuevo siglo, la IA se ha extendido como un campo académico y en la industria, y hoy en día un grupo de empresas poderosas hacen uso de la IA a escala planetaria y sus sistemas son aclamados una vez más como similares e incluso superiores a la inteligencia humana.

Para Kate Crawford, la IA no es artificial ni inteligente, los sistemas de la IA no son autónomos, racionales ni capaces de discernir algo sin un entrenamiento intenso y computacionalmente intensivo, con enorme conjunto de datos, reglas y recompensas predefinidas.

Por el alto nivel de inversión que se requiere para lograrlas, éstas son diseñadas para servir a los intereses dominantes, de allí que la IA es un certificado de poder.

En el “Atlas de la Inteligencia Artificial” se habla de la enorme organización industrial, que incluye, política, mano de obra, cultura y capital y cuando se refiere a aprendizaje automático, habla de un rango de acercamiento técnico, aunque rara vez se lo catalogue de esa manera.

Lorraine Daston define que “todos los Atlas científicos buscan estrenar el ojo, llevar la atención del observador a detalles particularmente reveladores y característica importante. Por ello el Atlas presenta un punto de vista específico del mundo, con el visto bueno de la ciencia (escala, radios, latitudes y longitudes), pero también una sensación de forma y consistencia”.

Para Georges Didi-Huberman, el Atlas es algo que habita, tanto el paradigma estético de lo visual, como el paradigma epistémico del conocimiento y para Úrsula Franklin, física y crítica de la tecnología “…Los mapas representan empeños intencionados: están destinado a ser útiles, a ayudar al viajero cubriendo la brecha entre lo conocido y lo desconocido, son un testamento del conocimiento y perspicacia colectivos”.

Al invocar un Atlas, para presentar la extensión y amplitud de la Inteligencia Artificial más allá de las computadoras, se está sugiriendo que se necesita nuevas maneras de entender los imperios de la IA.

Se necesita una teoría de la IA que tome en cuenta los estados y las corporaciones que la manejan y dominan, la minería de extrusión que deja una gran huella, captura de datos y las prácticas laborales profundamente desiguales y cada vez más exportadores que la sustentan,

Pero se aborda como un Atlas por otros motivos, ya que el campo de la IA está intentando capturar el planeta de una forma que sea legible por computadora y esto no es una metáfora sino una ambición de la industria, que está creando y normalizando sus propios mapas, a modo de visión cenital, centralizada del movimiento, la comunicación y la mano de obra humana.

Un plano cenital es un plano cinematográfico en que el eje óptico es perpendicular al suelo. O, dicho de otro modo, aquel en que el plano focal es paralelo al suelo, y la imagen obtenida ofrece un campo de visión orientado de arriba abajo.

Para algunos científicos de la IA han declarado su deseo de capturar el mundo, es una forma de sustituir otra forma de conocimiento, así Fei-Fei Li, profesora de IA, describe el objeto de su proyecto Imagen Net, es trazar un mapa de todo el mundo de los objetos.

Woody Bledsoe, uno de los fundadores de la IA e iniciador del reconocimiento facial, sostiene que, “a largo plazo: la IA es la única ciencia”, y este no es un deseo de crear un Atlas del mundo, sino ser el Atlas, la forma dominante de ver las cosas. Los mapas mundi creados por la IA son invenciones políticas no imágenes neutrales del mundo.

Esta es una visión amplia de la IA como una industria de extracción. La creación de los sistemas de IA dependen de la explotación de los recursos energéticos y minerales del planeta, de la mano de obra barata y los datos a gran escala, para ello se viajará a lugares que revelan de que está hecha verdaderamente la IA.

Dr ALfredo Cesar Dachay, Mexico cesaralfredo552@gmail.com

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