
Alfredo César Dachary. México. “Es mejor ver algo una vez que escucharlo miles de veces” Anónimo.
A comienzos del siglo XIX, o sea, tres siglos después del arribo de Colón a las islas de Caribe y a consecuencia de revolución industrial, comienza un movimiento masivo de personas dentro de Europa occidental y hacia las nuevas colonias de América, Asia, la actual Oceanía y zonas costeras de África.
La movilidad humana antecede a la de las mercancías, que son la base del nuevo sistema que estaba naciendo con el capitalismo, que en su primera etapa es conocido como el proto capitalismo y se desarrolló en Europa desde el 1450 al 1750.
Esta estructura precapitalista se logra después de la homogeneización, de fragmentación y de jerarquización, que Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein la ven con base en el concepto de economía-mundo, aunque este concepto no permite ni desentrañar verdaderamente esta estructura, ni sobre todo, comprender cómo es generada por el proceso global de reproducción del capital.
El turismo emerge en esta etapa del proto capitalismo y se acelera al introducirnos en la revolución industrial y su gran consecuencia: la revolución del transporte, contraparte que ampliaba la expansión de la gran producción a nuevos mercados.
La primera revolución industrial, junto a la Revolución Francesa, fueron los dos pilares de transformación de Occidente, que saldría de la modernidad para ingresar en una nueva era, la contemporánea, en plena expansión desde fines del siglo XVIII que dará un gran salto, la Segunda Revolución Industrial que se caracterizó por la introducción de la “cadena de montaje”(división del proceso productivo en diferentes pasos), la especialización del trabajo obrero, la producción en serie y, en consecuencia, el aumento de la productividad de las fábricas.
El acero se convirtió en el producto industrial esencial y se comenzaron a utilizar nuevas fuentes de energía, como la electricidad y el petróleo y nuevos sistemas de transporte desde los ferrocarriles, autos, tranvias, aviones y las telecomunicaciones (teléfono y fonógrafo, además de la radio y el cine).
Para ampliar el sistema de información se crea la foto, luego la radio y con ella el auge de revistas y diarios, más el incremento de la producción de libros que creció a la par de una gran necesidad de conocer más el mundo que los había tenido limitados a pequeñas regiones, unidas por un río o terrenos llanos con huellas, antecedentes de los futuros caminos o los propios del ferrocarril, en plena expansión a partir del primer cuarto del siglo XIX.
En esa segunda parte del siglo XVIII se dan otras nuevas ideas respecto a diferentes aspectos de la ciencia, sociedad y política, que generaron nuevas actividades paralelas, período en que se logra un amplio desarrollo de las ciencias sociales y humanidades, incluidas la economía y la psicología.
El turismo moderno, o sea, integrando el transporte, alojamiento y demás servicios emerge a mitad del siglo XVIII y coincide con una dolencia del alma, la acedia medieval, a consecuencia de una pérdida de espiritualidad, es el estrés de la era industrial, que también afecta a la sociedad, y los saca a las zonas rurales, montañas, lagos hasta llegar al mar.
En estos dos siglos y medio que han pasado desde la emergencia del turismo moderno al siglo XXI hasta ahora, no hay un instrumento de su propio conocimiento, empresa histórica que se manifieste en el tiempo, que permita servir para medir el gran impacto en la sociedad, la cultura, los ecosistemas, el folclore y otras actividades de las sociedades que son impactadas por el gran desarrollo del turismo, que en medio Siglo XX pasa a ocupar la totalidad de los países, como receptor y los más desarrollados como emisores en el modelo del turismo internacional.
Hans Enzensberger plantea que se cuenta con una historia de los pueblos, pero aún no ha sido escrita la de los hombres, por lo que el turismo, que es una cosa puramente humana no tiene una explicación histórica.
Pero lo más incomprensible es que estos estudios continúen sus averiguaciones en rápida progresión, desprovistos de adecuado soporte histórico y sin preocuparse de sentar, al menos, las bases para que sistemáticamente estudien el devenir temporal de la sustancia que en definitiva constituye la razón de ser.
No es fácil imaginar el motivo de modo lógico que explique tan señalada ausencia, o preguntarse si no obedecerá a que de nada sirve corregirla, ya que en medio siglo se impuso a nivel global, aunque allí emerge una hipótesis que vamos a desarrollar, el turismo masivo de la segunda mitad del siglo XX. En cambio, la Segunda Revolución Industrial se caracterizó por la introducción de la “cadena de montaje”(división del proceso productivo en diferentes pasos), la especialización del trabajo obrero, la producción en serie y, en consecuencia, el aumento de la productividad de las fábricas.
El acero se convirtió en el producto industrial esencial y se comenzaron a utilizar la electricidad y el petróleo como fuentes de energía. Otras áreas de gran desarrollo durante este período fueron el transporte (aviones, automóviles y tranvías eléctricos) y las telecomunicaciones (radio, teléfono y fonógrafo).
A mitad del siglo XX emerge con un fenómeno fundamental, la descolonización, que llevó de 50 países a 200 en medio siglo y se articuló acorde al nivel del desarrollo, y se dio sobre un modelo que ajustaba a la nueva etapa del neocolonialismo, ex colonias integradas a la periferia de la potencias coloniales.
Para Auguste Comte, la integral y totalitaria noción que se le asigna a la historia consiste en la misión de arrebatarle al pasado las llaves del futuro, exposición de cara al positivismo del siglo XIX, anda hoy desvanecida, por culpa de la humanísima tendencia a tropezar muchas veces con la misma piedra. El colonialismo genera neocolonialismo y su desarrollo economías subdesarrolladas dependientes de las metrópolis en la mayoría de los aspectos, incluido el turismo.
Ante esta situación, se ajusta inicialmente la definición de Charles Seignobos
que califica a actividades coyunturales y ocasionales, como los viajes, como “la ciencia de las cosas que no ocurren más que una vez”, y que por ello Paul Valery, definió como “la ciencia de lo irrepetible” que lo complementa Ortega y Gasset, al afirmar que “la historia no da normas de lo que se puede hacer, pero enseña a evitar lo que no hay que hacer”.
Por imposición de su materia esencial, social y humana, habrá de ser en última instancia los estudios que aspiran a abarcar al turismo en toda su plenitud y es allí entra la visión de Theilhard de Chardin que sostiene “nada es comprensible más que por su historia”.
La concepción de totalidad planeada por una historia del turismo puede prestar un gran apoyo a los estudios turísticos, como orientados hacia lo histórico podrán prestar a otra disciplina, ya que hoy todos los estudios tienden a hacerse interdisciplinarios, como la mayoría de las denominadas Ciencias Sociales.
Las actividades más dinámicas de esta época son interdisciplinarias, como lo es la sustentabilidad, el cambio climático global, la sociedad digital y la propia dualidad tecnología-religión, dos maneras diferentes pero complementarias para organizar y manejar la sociedad.
Un ejemplo histórico se ve alrededor la mitad del siglo XVIII, en 1750, cuando se empieza a entender y disfrutar el paisaje litoral marítimo, superando las visiones teológicas del mar como un gran abismo creado por los restos del diluvio que lo consideraban el fin de la tierra.
El diluvio y la subida del mar era un elemento de castigo de Dios para Tomas Burnet y la teoría del origen de la tierra, cuando estaba el paraíso el mar actual no existía, no había huracanes y grandes olas, no había montaña ni cuevas era todo perfecto. Durante el diluvio, Dios abrió un gran abismo de las aguas y se pasó amenazante sobre el hombre.
El mar actual era ese abismo abierto por Dios. Así el océano es solo un recipiente abismal de detritus, superar esa idea fue la base de la integración del mundo moderno y la revolución en la navegación. A la recuperación del mar como un recurso que le sirve al hombre, luego las montañas, las playas, lagunas y aguas termales, el hombre recupera nuevos elementos para poder disfrutar mejor la naturaleza, como lo plantean los primeros médicos naturistas, los “Higienistas”, promotores del mar, las playas, el sol y las termas, todas riquezas naturales al servicio del hombre, cuando lo entiende y pierde el miedo a éstos.
Tras la Revolución Francesa perdieron vigencia esas teorías fantásticas de base religiosa que giran en torno a la Biblia y surgen unas nuevas, también catastrofistas, como Richard Kirvan, que sostenía que las escarpadas costas de Escocia eran fruto de este choque del mar con la tierra y el aire que infecta la tierra (Miasmas) que son vestigios del diluvio, animales muertos. Por ello, los hombres vivían en las zonas altas, lejos del mar. Por eso era repulsivo estar en las riberas y más cuando se tomaban como zonas para trabajo, siempre había mal olor, porque las playas eran zonas donde se fabricaba vidrio o puerto de pescadores que limpiaban los peces y dejaban las playas totalmente “fuera de uso”.
La cadena trófica que el pez grande se come al chico, representaba el dominio de Satán, a finales del siglo XVI y XVII, esta imagen satánica se había impuesto en Francia, ya que el carácter satánico del mar, favorece los exorcismos, por eso los marinos portugueses y españoles sumergían imágenes en el mar para calmarlo.
En el litoral acechaban los monstruos, pero a finales del XVIII, los miembros del gran tour y otros viajeros llegaban al estrecho de Sicilia para ver las terroríficas criaturas homéricas. La bioluminiscencia se da por las olas en Sicilia y también en Venecia, y en México en la isla de Holbox y en Oaxaca, aunque estos últimos son parte del turismo moderno.
Entre 1660 y 1665, grandes avances de la oceanografía en Inglaterra, coinciden con el “repliegue” de satán del imaginario occidental y hay hechos que apoyan estos cambios: los profetas de la teología natural, las fecundas riberas de Holanda, bendecidas por Dios (producción) y el viaje a las luminosas orillas de bahía de Nápoles. Asi podemos entender al turismo como un modelo dentro del emergente capitalismo, que se da cuando se va ampliando hasta dar el gran salto en la segunda mitad del siglo XX, al transformarse en una actividad global a nivel planetario al abarcar todos los países
Doctor. Alfredo César Dachary. México cesaralfredo552@gmail.com