El turismo después de la pandemia

  “Esto no es solo una crisis de la salud pública, sino de todos los sectores” Tedros Adhanom Ghebreyesus.  Director General de la OMS.

 Alfredo César Dachary
cesaralfredo552@gmail.com

En esta segunda década del siglo XXI, marcada por la crisis económica que se inicia en el 2008 y es cerrada por el coronavirus, al turismo le ha tocado navegar en la tormenta de los cambios y adaptaciones, desde la emergencia de la economía colaborativa la quiebra de las principales empresas lowcost de Europa.

La emergencia de la turismofobia a la tormenta perfecta que se da este año en Canarias, una mega tormenta de arena, la calima, temblores de tierra y la emergencia del coronavirus, al turismo se le da de ensayar respuestas rápidas a grandes contingentes de viajeros parados, desesperados y angustiados por algo inexplicable, pero real.

La reducción del turismo al viaje y alojamiento es una típica simplificación heredada de las visiones economicistas de la segunda parte del siglo XX, cuando comienza el turismo de masas y esto pasó a formar parte del comercio internacional, un tema que aún está vigente en quienes consideran al turismo como algo internacional, desconociendo que el mayor movimiento de viajeros en el mundo lo genera el turismo interior.

Esto no quita el peso económico del turismo, consecuencia de una profunda transformación de la sociedad estática en una dinámica, cuyo principal elemento de felicidad, estatus o placer lo generan los viajes. 

Por ello, el eje de los estudios del turismo más allá del negocio, no desdeñable, es entender a las sociedades y sus intereses, fantasías, imaginarios y metas en un mundo hoy competitivo e individualista, donde la clasificación social la autogenera el sujeto a partir de las diferentes formas de representación que adopta.

Hoy el mundo enfrenta a dos grandes movimientos de población, por un lado el de los viajeros del placer, que se les denomina turistas, excursionistas o visitantes con diferentes sentidos y, el otro, es el de los viajeros por necesidad, que se les denomina inmigrantes, invasores, manifestantes y muchos nombres más que nacen del rechazo de ciertas sociedades a estos movimiento que un siglo atrás sirvieron para poblar a América y, a la par, para colonizar y explotar África, entre los territorios más importantes.

La promoción del mercado global asumía que mucha gente debía viajar por negocios, oficios y profesiones y ello ayudó a ampliar el grupo de viajeros, y con ello la magnitud de las grandes empresas que hacían posible la conectividad, un elemento central en la sociedad global.

Pero como una especie de burla de la historia, los últimos que entraron al comercio mundial, como es el caso de China, hoy defienden esa globalización mientras sus promotores, Estados Unidos y su aliado directo Gran Bretaña, se abren y dejan solo al proyecto, lo cual condena al ocaso al modelo globalista.

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ante la situación actual ratifica una frase difícil de dar, aunque hay quienes tienen la estatura moral y los conocimientos para hacerlas, y ésta está en un artículo que se publicó hace pocos meses titulado: “El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia”.

La fecha trágica del 11 de septiembre del 2001 ha quedado grabada en la historia moderna por el Acta Patriótica que suspendía los derechos de los ciudadanos en Estados Unidos, algo que aún perdura pese a que se lo intentó borrar y cuya muestra es, trágicamente, Guantánamo.

De allí que ahora, los diferentes modelos que los Estados aplican para controlar la pandemia y limitar el movimiento de la sociedad, son un ejercicio de control masivo, que puede quedar como ejemplo para nuevas situaciones o como antecedente para nuevas legislaciones en un mundo camino a la pérdida masiva de empleos y donde la pobreza es el común denominador de los países pobres y ricos.

El trabajo desde la casa es también un ejercicio para los futuros precaristas que tendrán que aprender a sobrevivir ante las nuevas transformaciones de la sociedad en esta cuarta revolución industrial, al igual que los niños y jóvenes que toman lo cursos a través de plataformas, se anticipan al futuro de la educación, en una sociedad donde el Estado tiende a reducirse.

Y el turismo, ¿seguirá igual? La tendencia es que esta nueva situación de la pandemia y su consecuencia, la crisis económica global, van a incidir ampliamente en las transformaciones del turismo.

¿Cómo evitar que el crucero del placer se transforme nuevamente en el barco del terror?, algo que mucha gente no olvidará, incluyendo los puertos que los trataron como un peligro para su sociedad y les negaron el acceso al mismo.

¿Cómo se tratará el tema de salud en cruceros que cada vez llevan más pasajeros? y, por ende, más empleados. ¿Qué papel jugará la salud, con qué infraestructura deberán contar para enfrentar los “nuevos costos” de los seguros médicos del transporte masivo?

El ocaso de la globalización y la emergencia de los nacionalismos y regionalismos incidirán directamente en el turismo, que durante décadas fue ampliando el mapa de la reducción de restricciones de visas y otros permisos para dar acceso a los visitantes. ¿Volverán las visas? En formas diferentes, en procesos on line, pero con mayor información para un control más estricto de los nuevos “terroristas”, los potenciales portadores de enfermedades que están volviendo como pestes en un mundo que pensaba ya las había erradicado, desde el dengue al sarampión.

 Hoy los turistas y los países que aún los alojan deberán pensaren el costo de moverlos, sacarlos o cuidarlos y ¿quién lo asume?, ¿cuáles son los límites de las acciones y responsabilidades de los Estados de los países receptores?, algo que en Europa se ha quebrado luego del Brexit, con los turistas residenciales ingleses, principalmente en España y Portugal.

El turismo se expande también en sectores que se auto definen como exóticos, ¿serán estos lugares aislados y mucho menos desarrollados, lugares “seguros” para el turista post pandemia o, por oposición, se transformarán en lugares exclusivos para turistas de altos ingresos, que garantizan su seguridad en diferentes niveles con mayor desembolso para los viajes?

Ver al Embajador de Canadá y al Presidente de Estados Unidos pedirles a sus connacionales que regresen no es un tema menor, ratifica la visión errada, racista y superficial de los países “desarrollados”, que tienen el mayor número de contagiados con el Coronavirus y muertos y, a su vez, alegan tener mejores sistemas de salud públicos, porque privados sobran.

Las líneas aéreas tendrán que redefinir reglas, ya en Europa no aceptaron el regreso del costo del viaje o pagar las grandes demoras o cambios de vuelos y categorías, seguros y contratos de viaje serán revisados y replanteados para enfrentar algo que puede repetirse y cuyo costo aún se está estimando, pero siempre como una tragedia económica, la contracara de la pandemia.

El turismo tiene varios pisos diferenciados de actividades, desde las más importantes como el transporte a las menos como las artesanías, todo esto según el catálogo que anualmente reportan las cuentas satélites, de allí que el impacto económico de esta crisis que viene barrerá con los negocios menos consolidados y dejará endeudados a los que sobrevivan, lo cual a su vez, se transformará en nuevas estrategias para un nuevo mercado, que inicialmente será más fuerte con el turismo nacional en muchos países, mientras se recupera el internacional y sus viajeros a consecuencia de la crisis mundial inevitable.

La diferente estrategia de los países basada en sus ideas y sus capacidades financieras pueden ahondar las diferencias que hoy existen entre países emisores y receptores, que teóricamente resultaría en un abaratamiento de los viajes y las estadías o, todo lo contrario, si la opción para la recuperación pasa por un nivel menos masivo y de mayor consumo.

En medio de éstos, el alojamiento no regulado por lógica tenderá a crecer, por ser más competitivo a la vez que regido por regulaciones mínimas y esto se puede hacer extensivo a toda la economía colaborativa desde comidas, autos, guías, espacios de ocio y otros.

El turismo de la post-pandemia tendrá diferentes prioridades, más si le tocó vivir momentos difíciles como los que demoraron el regreso a sus países de origen, desde las líneas aéreas y sus nuevas reglas a los demás servicios y los nuevos escenarios.

Hemos pasado del enemigo visible: inseguridad y terrorismo a uno nuevo, no perceptible, pero eso no lo hace menos peligroso, ya que la pandemia se extendió a través del tráfico comercial de personas y el modelo se puede repetir.

La seguridad de los aeropuertos será diferente, más agresiva en términos individuales, con controles de salud más estrictos, ya lo está implementando China y podrá seguir por largo tiempo y hasta hacerse cotidianidad.

Estos cambios hoy planteados son en la superficie, aún faltan los más profundos, los que están dentro de los viajeros, sus nuevos imaginarios y sus potenciales fobias, un tema a bordar en el mediano plazo.

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