“…esas capas de la burguesía medias que encontraron en la fotografía el nuevo medio de auto representarse, conforme a sus condiciones económicas e ideológicas…”
Susan Sontag
Por Alfredo César Dachary*
La masificación del turismo es la transformación de un modelo de ocupación y control del ocio a uno más amplio de control y manipulación de la sociedad. El mejor ejemplo nos da el final de la segunda guerra mundial en la cual el gran vencedor fue Estados Unidos, por ello cuando decide organizar la nueva hegemonía, el papel del turismo y los transportes están entre las nuevas organizaciones del capitalismo de la segunda parte del siglo XX.
En la postguerra mundial de 1945 y los años siguientes, se organizan todas las actividades que se van a transformar en los ejes del sistema para que éste se reorganice y pueda transformarse en un nuevo tipo de Imperio, el del consumo, donde la sociedad se justifica y estratifica en base al nivel de éste y la posibilidad de demostrarlo.
Así se crea la Organización de Naciones Unidas (ONU) con los países colonialistas y aliados de éstos, que no llegaban a 50, el resto eran colonias; hoy son casi 200 países y sobre esa base el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), para operar lo económico teniendo como eje el dólar de Estados Unidos. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el control de la cultura, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el control de la alimentación, la OMT la Organización Mundial del Trabajo (OMT), la Organización Mundial del Turismo (OMT), que en dos décadas de vueltas ancló en Madrid y demás organizaciones internacionales como las que controlan el deporte, el negocio mundial y base de una alienación colectiva, líneas aéreas y muchas más.
Siete décadas después es clara la obsolescencia del modelo exitoso del capitalismo de fines de los 40’ y el neoliberalismo, la regresión masiva de los derechos sociales y la pauperización de grandes masas sociales son un ejemplo del ocaso del modelo.
Y el turismo no se quedó atrás, hoy las viejas y costosas máquinas fotográficas de alta gama son reemplazadas por los celulares, y el proceso de las selfie, su máxima expresión reducido al tamaño de su vigencia, minutos y se archivan, ya que solo sirven de prueba del “libre ejercicio del viajar” y el compromiso de comprobar que lo que se logró fue real.
Sin embargo, varias décadas atrás, en 1894, se inauguró el primer camping en la isla de Man y en 15 años llegó a tener 1,500 tiendas de campaña, que eran complementadas por la nueva movilidad del automóvil; algo similar ocurrió en Estados Unidos y en otros países que lograron desarrollar un importante turismo interior.
En 2016, hay 378,7 millones de pernoctaciones en 28,375 campings, el eslabón de menor costo para la gran mayoría de la juventud. Ésta es una demostración de este fenómeno poco estudiado, “turismo”, que entre 1950-1992 tuvo un crecimiento del 7.2%, o sea, más elevado que el del comercio internacional, y solo nos referimos al turismo internacional, el cual hoy tiene como el mayor emisor a China, junto a Estados Unidos y la Europa atlántica.
Pero el turismo no es el único campo de la economía en que los factores extraeconómicos tienen un peso determinante, pero si el único cuya mercantilización llevada al extremo logra agotar con el producto, como fue el caso de Acapulco, Kingston (Jamaica) y otros, incluido Río de Janeiro (Brasil).
Los yacimientos se agotan, las tierras se desertifican o las aguas se salinizan, y siempre termina así la explotación intensiva hoy conocida como el extractivismo; en el turismo, la gentrificación, la especulación y la turismofobia serían las formas de agotamiento de una veta, que en algunos casos se lucha hoy para regresarlo a una época en que fue mejor, como es el caso de Barcelona o la misma Venecia.
Nada es eterno y menos en el turismo, como es el caso de Las Vegas, que le surgió Macao y que hoy ha superado a la antigua capital norteamericana del ocio, que no solo está amenazada por la competencia sino por los recursos básicos, incluido el agua.
El agotamiento de los destinos turísticos es una enfermedad nueva ya que la contaminación tiene una historia más larga que viene de los 50’ en Londres. En 1929 existían 750 municipios con ordenanzas de zonificación, cuyo objetivo era la racionalización del uso del territorio.
Se aplicó en el mismo tiempo en las dos capitales de los mundos enfrentados del siglo XX: New York y Moscú.
Adorno y Horkheimer sostenían que la racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo, y agregaba Kenneth Jackson que en teoría la zonificación era para proteger los intereses de todos los ciudadanos, limitando la congestión y especulación del suelo.
Así la zonificación esconde una violencia fría, la zonificación separa y aísla, así tenemos en México el caso de Cancún donde convivía una zonificación, que es aún una representación clara de una concepción de Apartheid. La zona turística separada por una larga avenida de la ciudad y el aeropuerto, la ciudad como expresión urbana de apoyo al destino, hoy saturada por la especulación, y el absorber todas las zonas de reservas, los centros de manzana, al igual que las áreas públicas de la zona hotelera ya inexistente y, por último, la ciudad de los pobres: la colonia Puerto Juárez. Las tres tenían gestiones separadas, la zona hotelera por FONATUR, la ciudad por el Ayuntamiento y la colonia Puerto Juárez, su órgano de gestión, ya integrado en la actualidad a la ciudad.
Del auto-retrato a la selfie
La selfie se acerca más a la posibilidad de capturar una visión en el espejo que a la inspiración creativa de escrutinio profundo que produjeron las obras reflexivas del pasado, y para Vicente Verdú, la selfie es “signo de la actual adoración a la individualidad, el culto al yo y pecados narcisistas por el estilo”. El argumento para separar el autorretrato de la selfie es que la segunda no se cuestiona qué aspecto retratar y deja que la máquina lo haga todo.
La popularidad de estas imágenes está muy relacionada con el auge de los blogs, de los comienzos del siglo XXI, donde era bastante frecuente que la foto de perfil de muchos usuarios fuera un retrato frente al espejo. Lo que en realidad masificó la selfie fue la integración de cámaras frontales a los teléfonos móviles. Millones de usuarios recibieron una experiencia mucho más simple. Las primeras cámaras frontales en los celulares, que llegaron en 2003, buscaban facilitar las video-conferencias y las video-llamadas, y los fabricantes descubrieron la importancia de las fotos de fiestas y vacaciones, y se dieron a la tarea de ofrecer más opciones para las selfies.
Un aumento constante en el número de megapíxeles de las cámaras frontales, se han unido a los flashes duales, los sensores de reconocimiento facial o de sonrisas y las capacidades de inteligencia artificial para acomodar la exposición de luz en una toma o agregar filtros de belleza para la corrección de imperfecciones en el rostro.
La fotografía en un principio se vio adoptada por la clase social dominante desde industriales, propietarios de fábricas y banqueros, hombres de estado, literatos y todo aquel que pertenecía a los medios intelectuales. Pero poco a poco fue descendiendo a las capas más profundas de la media y pequeña burguesía, a medida que se incrementaba la importancia de estas formaciones sociales.
La selfie, como hoy es el chat GPT, hablando del pionero para consumo masivo, son generadores de dos cosas que se complementan desde imágenes hasta ideas, que a la vez es el alimento de la nueva máquina de la 4ta. Revolución Industrial, la que digiere estos datos y los transforma en órdenes, “nuevas ideas”, patrones de consumo y conducta, todo lo que está en la base del “amansamiento del humano”.
Al comienzo fue la religión y dominó más de XV siglos, luego se fue conformando un nuevo modelo de adoración – contemplación para que el humano se sienta mejor o entienda su verdadero papel entre miles de especies en el planeta. De allí que la nueva religión, la ciencia que originalmente se operó para controlar desde los centros de poder a las grandes masas, son como fueron antes, un ordenador social.
Hoy la selfie como la inteligencia artificial nos ayudan a ingresar al mundo con mayor información, presencia y, a la vez, nos permiten socializar nuestra “alegría”, expresión síntesis de que busca el sujeto en tantas fotos y poses, en medio de la mayor pandemia de estrés, en un mundo cada día más conectado, lo cual nos permite vincularnos a la distancia sin convivir, la fórmula mágica del individualismo, que nos deja cada vez más solos en medio de las grandes manifestaciones humanas.
La búsqueda de lo inalcanzable, nostalgia y devoción, desempeñan un papel neurálgico en todas las interpretaciones acreditadas del turismo, en todas partes encontramos la nostalgia como horizonte del turismo, como el sentimiento fundacional del romanticismo.
Para John Frow, la nostalgia es la repetición que llora la inautenticidad de toda repetición, que es tristeza sin objetivo, que en el siglo XVIII fue considerada por los higienistas como una depresión (acedia medieval), que les hizo recetar a los afectados los baños de mar, el sol y caminar por la playa, creando una de las condiciones centrales del turismo, un lugar seguro a regresar a ese origen perdido que se busca en un mundo ajeno. Así la alienación se convierte en sinónimo de modernidad.
(*) Nació en Argentina en 1946. Es doctor en Ciencias Sociales, autor de una docena de libros y centenares de artículos científicos y de divulgación. Investigador y profesor universitario, director de proyectos y asesor de gobiernos, en los últimos años se ha dedicado a sistematizar conocimiento académico en torno al emergente tema del turismo.
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