El nuevo mundo digital y sus amenazas

por Alfredo César Dachary . Mexico “Los humanos tenemos una relación de amor y odio con nuestra tecnología, amamos cada nuevo avance y odiamos cuán rápido está cambiando” Daniel H. Wilson.

Las nuevas tecnologías que van apareciendo cada vez de forma más disruptiva desde el inicio del nuevo siglo, tiene un punto en común, la amenaza a relegar al género humano a un segundo lugar y así perder la hegemonía que mantuvo durante largos siglos.

En realidad, ésta es una verdad a medias, ya que la última gran revolución que fue la industrial y del transporte a fines del XVIII e inicios del XIX, no logró revertir la larga historia de la humanidad profundamente asimétrica en sus dos direcciones: la de género y la riqueza-calidad de vida.

O sea, que no se trata de que el humano pierde presencia, porque ya se ha reducido la misma a pequeños grupos, en un agitado mar de pobreza, y los que han podido sobrevivir a esta producción de asimetrías, son los que con su dinero o ingenio están detrás de la revolución tecnológica.

Quizás es un reducido grupo humano de forma, pero con la vista puesta a transformaciones mayores que lo terminen de separar del hombre medio, a través de las grandes transformaciones tecnológicas en la ciencia de la vida.

Esta situación reduce el temor de la inteligencia artificial hoy a la potencia, pero muy real pérdida de empleos y en el futuro a la falta de una capacitación técnica necesaria para las nuevas opciones que se vayan generando.

Algunas tecnologías aumentan la productividad, pero otras remodelan no solo nuestra sociedad, sino también nuestra fisiología, y sea cual sea el futuro de la inteligencia artificial, la estrategia es la misma: incrementar el poder del trabajo, cada vez más compartido entre humanos y máquinas.

Desde los albores mismos de la humanidad, la repentina aparición de nuevas tecnologías ha tenido profundas consecuencias sociales, aunque no todas inmediatamente evidentes, ya que a medida que cambia nuestra forma de vivir, también cambiamos nosotros.

Los cerebros de los Homo sapiens de toda la tierra son más pequeños ahora que hace 300,000 años. Una de las muchas teorías que compiten por explicar este fenómeno dice que la aparición del lenguaje y la distribución del conocimiento en la sociedad redujeron la complejidad de los problemas que requerían ser resueltos por los individuos.

Las primeras tecnologías humanas, la cultura y el lenguaje, redujeron masivamente la carga cognitiva de los individuos, que se externalizó en historias, tradiciones, religiones y artesanías, todas forman parte de una incipiente “narrativa”, que se transforma en el referente del pasado, presente y guía del futuro de los humanos, y como ellos también sufre transformaciones y adecuación a los cambios vividos.

Durante un largo período que en Occidente se denominó el Medioevo, emergen nuevas tecnologías que impactarán el futuro del humano: la brújula, la pólvora, la vela latina y la imprenta, varios siglos antes que en Europa. Además, se desarrollaron más invenciones uno o dos milenios antes que otras civilizaciones, como los cultivos en hilera, el control biológico de insectos, la porcelana, el reloj mecánico, la carretilla, los proyectiles y los puentes colgantes.

La aparición del capitalismo, sin embargo, marcó un parteaguas en el ritmo y el patrón del cambio tecnológico, ya que éste se caracteriza por revoluciones constantes, y a veces radicales, en las formas en que los seres humanos producen lo que necesitan, ya que la tecnología al igual que la religión reorganiza la sociedad en torno a sus nuevas perspectivas e intereses.

Hoy el mundo está cambiando rápidamente, por lo que no hacer nada no es una opción, para entender la magnitud de los cambios y adecuarse a nuevas formas de trabajo, así llegamos a que el algoritmo que está tratando de captar los parámetros perfectos para manipular el cerebro, mientras que el cerebro, para hallar un significado más profundo, está cambiando en respuesta.

Este es el paso previo al ponerse a escribir el código, y definirlo es  la forma de obtener la solución al problema, para luego, a través del código, poder indicarle a la máquina qué acciones queremos que lleve a cabo. 

El estímulo no significa nada para el algoritmo, pues es genuinamente aleatorio, el cerebro no está respondiendo a algo real, sino a una ficción, por lo que el proceso de engancharse en un elusivo espejismo, es una adicción. Por ello es que hoy los algoritmos de los gigantes de datos han creado un nuevo modelo en el que «el comportamiento de los usuarios es el producto», un comportamiento que está constantemente siendo modificado, pues la gran apuesta es justamente esa, usar lo más avanzado informáticamente para aprender a modificar la conducta de la manera más provechosa para los intereses de las corporaciones, redefinir gustos y formas de vida en una sociedad individualista donde la comunicación es cada vez a mayor distancia.

Hoy la población, mayoritariamente enganchada a las redes sociales, ha hecho de ella una verdad, una nueva fe, por ello hay quienes consideran que la manera de poder frenar esta transformación es cambiar la dinámica de lo que llegó a ser la esperanza del nuevo siglo: “Internet”.

Hay quienes creen que Internet puede ser salvado, pero es necesario abandonar las redes sociales y desbandar a los grandes monopolios que controlan las nubes de datos, algo similar a exigir el desarme de una potencia nuclear o la rendición de un ejército triunfante.

Se trata de la 4ª. Revolución Industrial, y ya está en desarrollo la 5ª., una máquina estadística de manipulación de comportamiento, para crear un imperio espectral en beneficio de unos pocos, que pretende venderse a la sociedad como los nuevos salvadores, “los mesías digitales”, de un mundo sujeto a dos amenazas globales y potencialmente brutales: el cambio climático global y el incremento de la pobreza.

Esta nueva “amenaza”, para algunos de los históricos tecnólogos como Jaron Lanier, que esta máquina de control es como una religión, está en los cielos, en la “nube” una metáfora adecuada a la magnitud del cambio, o sea, una verdad adecuada, ya que la nube es una ficción.

 El problema está en el modo de operar de estos algoritmos, que son ajustados constantemente para capturar la atención de los usuarios y hacer que se comporten de una manera que sea más rentable. Esto genera una enorme negatividad, sensaciones de enojo, narcisismo, indignación y estas plataformas han aprendido que las emociones negativas duran más en línea: el odio se canaliza mejor en línea.

Jairon Lanier tecnólogo, musicólogo y pionero de la realidad virtual, plantea un decálogo para transformar Internet, en un instrumento de cambio a favor de los ciudadanos para que se independicen y puedan dejar las redes sociales.

Comienza recordando la gran disrupción que plantea Harari, estás perdiendo tu libre albedrío, y renunciar a las redes sociales es la manera más precisa de resistir a la locura de nuestros tiempos y te están volviendo un idiota.

Las redes sociales están minando la verdad y que lo que dices no importe, aunque tu creas lo contrario, destruyendo tu capacidad de empatía, lo que te están haciendo infeliz.

Las redes sociales no quieren que tengas dignidad económica y están haciéndote creer que la política sea imposible, pero pese a todo esto, son pocos los usuarios que deciden borrar sus cuentas.

Twitter (hoy X) sigue con sus 300 millones de perfiles, Facebook tiene más de dos mil millones e Instagram continúa creciendo y ya pasa de los 500 millones, sin contar Tik Tok, la red de moda entre los más jóvenes, y que originariamente era China ahora según sus propietarios es de Singapur.

Evgeny Morozov fue uno de los primeros en criticar esta visión optimista de Internet en sus libros “El desengaño de internet. Los mitos de la libertad en la red” y “La locura del solucionismo tecnológico” y sintetiza su idea al afirmar que nunca se había podido ser tan optimista con el capitalismo sin ni siquiera mencionarlo por su nombre.

Este sociólogo plantea que no importa quién posee la tecnología, sino cómo se usa, y estos lugares comunes ocultaban muchas verdades sobre la relación de la tecnología y el poder, ya que la tecnología atraviesa con sus ideas, lo social, lo económico, lo político y lo tecnológico; es una visión que intenta dar respuestas a partir de un plan perfectamente diseñado para imponerse como el nuevo paradigma eje de una postmodernidad.

Pero es el comienzo, el fondo vas mas allá, ya que la idea es remplazar a la mayoría de la humanidad del proceso productivo, relegándolo al humano a un segundo nivel. La tecnología no es una estrategia de producción sino de dominación y como tal es una narrativa que va creciendo y abarcando más personas y ámbitos, caminos a lo que se ha dado en llamar el gran salto a la singularidad. Una síntesis interesante es la que plantea Robert Sapolsky, neuro científico que sostiene, «No somos ni más ni menos que la suma de aquello que no pudimos controlar», algo que a su vez resume su idea de que no existe el libre albedrío, primera gran disrupción del nuevo siglo y base para otras que se están gestando.

Dr. Alfredo Cesar Dachary cesaralfredo552@gmail.com pss 20/052024

Creditos fotograficos: Fotos de internet, pexels-vika-glitter-392079-19997978
Qué te pareció?
+1
1
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
Scroll al inicio