“Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto”
Martin Luther King.
Por Alfredo César Dachary. La esclavitud es un fenómeno histórico que nos recuerda a los grandes imperios y sus profundas asimetrías generadas por los que tenían el poder de las armas contra los que producían los alimentos, contra las mujeres y el patriarcado, contra niños, ancianos y demás.
Hoy hacemos oídos sordos y no queremos ver que la historia se está repitiendo en el ancho mundo de la geografía del color, los africanos mayoritariamente negros huyen del hambre y la injusticia que heredaron de la colonia impuesta por Occidente hacia Europa, mientras latinos y caribeños repiten la peregrinación del hambre hacia América del Norte.
Los muertos no se ven, el mar los digiere, como queriendo borrar esas negras huellas; la selva hace el mismo trabajo en tierra, ante la falta de justificación al rechazo de los que huyen de lo que hicieron los europeos, emerge un nuevo fascismo construido sobre los decepcionados del fin de la social-democracia y el Estado del bienestar, los frutos de la marginación social masiva que generan tres décadas de neoliberalismo y la propia crisis del sistema.
Hace un año, en junio de 2022 alrededor 2,000 personas, en su mayoría de origen sudanés, trataron de cruzar la frontera entre España y Marruecos por el puesto fronterizo de Barrio Chino, y tras la intervención de las fuerzas policiales a ambos lados de la frontera al menos se contaban inicialmente 37 personas fallecidas y el número de desaparecidas sería de más de 76.
Como era de esperar y no justificar, la Guardia Civil española devolvió al menos a 470 personas de forma sumaria y sin garantías a Marruecos, mientras y durante horas, cientos de personas heridas permanecieron en el puesto fronterizo, sin recibir ningún tipo de asistencia sanitaria, y a pesar de que al menos una ambulancia de Cruz Roja estaba en la zona, no se requirió que interviniese.
En Marruecos, las ambulancias no llegaron hasta dos horas después de todo lo sucedido. Algunas de las personas heridas permanecieron allí hasta 10 horas sin recibir ningún tipo de atención médica o sanitaria, mientras más de 500 personas fueron trasladadas en autobuses a zonas remotas donde las despojaron de sus posesiones y las abandonaron al borde de la carretera sin atención médica, a más de 1,000 kilómetros de la frontera.
El Mediterráneo ha sido el testigo de estas historias promovidas por Grecia e Italia, para “defender la soberanía”, eslogan fascista que usan como certificado de impunidad para los gobiernos y las fuerzas armadas que les toca el triste papel de verdugos.
En América, Centroamérica es el corredor de la muerte comenzando en el tapón del Darién hasta llegar a la frontera mexicana donde otros peligros reemplazan a los anteriores a manos de las bandas delincuenciales y autoridades de gobierno, como fue el incendio en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, confirmando el Instituto Nacional de Migración (INM), que llegó a contar en 39 a los fallecidos.
Las víctimas eran inmigrantes, la mayoría procedentes de Guatemala, que estaban detenidos en las instalaciones del centro federal, en la frontera norte de México con Estados Unidos.
Pero en esta triste competencia de atrocidades, difícilmente se podrá superar a los ingleses en un hecho degradante, que hace pocos años salió a la luz por parte de funcionarios que quisieron “limpiar su imagen”.
Se trata del famoso y poco conocido caso de la denominada Generación Windrush (nombre del barco que regresó de Gran Bretaña al Caribe) a varios miles de caribeños, que fueron invitados al Reino Unido a trabajar en la reconstrucción de postguerra y luego bajo diferentes artimañas, como la de enfermos mentales, el Reino Unido los envió de vuelta al Caribe en los años 60 y 70, después de que ayudaran a reconstruir el país.
El barco Empire Windrush, que trajo a los migrantes caribeños a Reino Unido, le dio su nombre a toda esa generación, que había luchado en la guerra y para obtener su independencia de Gran Bretaña, lo que logró dejando los países como economías inviables, lo cual fue “aprovechado por el turismo”.
Ante la gran pérdida de personas en la guerra y la gran destrucción que significó los bombarderos masivos en suelo inglés, que luego se repitieron ampliados sobre Alemania, Gran Bretaña recurrió a sus colonias, agrupadas en la Mancomunidad de Naciones “Commonwealth”, ofreciendo empleo y una nueva vida en el Reino Unido a quienes estuvieran dispuestos a sumarse a los esfuerzos de reconstrucción.
Entre 1950 y 1970, miles de ciudadanos de países del Caribe como Jamaica, Barbados, Guyana o Trinidad y Tobago, que permanecían entonces bajo dominio británico, respondieron al llamado y se mudaron a las islas británicas, muchos con sus familias y muchos nunca regresaron a sus países de origen.
La generación Windrush dejó una fuerte impronta en Reino Unido y, desde 1966, se celebra la cultura caribeña cada año en el famoso carnaval de Notting Hill, una de las festividades más populares de Londres.
La primera oleada de inmigrantes caribeños que conformaron la comunidad británica afro-caribeña llegó en 1948 a los puertos de Tilbury a bordo del “Empire Windrush” de Jamaica y se alojaron temporalmente en el refugio profundo de Clapham del Sur. La bolsa de trabajo más cercana se encontraba en el carril Coldharbour (Brixton), lo que propiciaba que los recién llegados se asentaran de manera local.
La llegada de los pasajeros de esta embarcación representa un punto de referencia importante en la historia del Reino Unido moderno: el inicio de la sociedad multicultural británica moderna. Sin embargo, en los últimos años estos inmigrantes caribeños de posguerra han sido el centro de una serie de controversias.
En 2018, la Ministra del Interior británica, Amber Rudd, debió dimitir luego de que se descubriera que algunos miembros de la generación Windrush habían sido declarados inmigrantes ilegales, y el escándalo se dio a conocer tras la filtración de documentos que mostraban que el gobierno conservador de Theresa May había establecido cuotas de deportaciones de inmigrantes, que incluían a personas de origen caribeño que habían llegado en la posguerra para ayudar con los esfuerzos de reconstrucción.
En los documentos desclasificados revelaron que cientos de estos inmigrantes que padecían enfermedades crónicas o de salud mental fueron enviados de regreso al Caribe, algo que ha sido descrito por el gobierno británico actual como una «injusticia histórica».
Los documentos del Archivo Nacional descubiertos por Navtej Johal y Joanna Hall, de BBC News, muestran que al menos 411 personas fueron enviadas de regreso entre 1958 y principios de 1970, bajo un esquema que supuestamente era voluntario. Algunos expertos creen que el esquema puede haber sido ilegal porque no todos los pacientes tenían la capacidad mental para aceptar irse.
Familiares de quienes se fueron están exigiendo que el gobierno abra una investigación pública sobre esta polémica política de repatriación. El portavoz del gobierno conservador señaló: «Reconocemos la campaña de las familias que buscan abordar la injusticia histórica que enfrentan sus seres queridos, y seguimos absolutamente comprometidos con corregir las injusticias que enfrentan los miembros de la generación Windrush».
Según la política que llevaba a cabo la Junta Nacional de Asistencia -precursora del actual Departamento de Trabajo y Pensiones -, que estaba a cargo del proceso, solo eran repatriadas aquellas personas que habían «expresado su deseo de regresar».
Kris Gledhill, quien anteriormente se desempeñó como juez de un tribunal en casos de salud mental, dijo que era cuestionable que la práctica de repatriar a pacientes con enfermedades mentales fuera legal. «Lo que estás haciendo es confiar en una ‘elección voluntaria’ que, si evaluaras adecuadamente la capacidad de la persona para tomar esa decisión, dirías que no tiene capacidad».
Los documentos desclasificados también sugieren que la repatriación solo debía llevarse a cabo si «beneficiaba» a los pacientes y si había «arreglos adecuados» para cuando regresaran.
Los documentos de la época muestran que a los funcionarios del gobierno británico les preocupaba no dar la impresión de que estaban «intentando deshacerse activamente… de los ciudadanos de la Mancomunidad que no servían de nada a Gran Bretaña», pero esto no parece haber convencido a los funcionarios de Jamaica.
En 1963, la Oficina del Alto Comisionado escribió al gobierno británico quejándose de que los hospitales de Reino Unido solicitaban repatriaciones «en gran parte por la presión sobre las camas u otros servicios hospitalarios». Para James Hampshire de la Universidad de Sussex, el gobierno británico buscó restringir la “inmigración de color”.
La colonización inglesa dejo países miserables, la revolución cubana activó a Estados Unidos que construyó la zona turística más importante de América Latina y el Caribe; así se combina geopolítica, colonización y turismo en el siglo XX y en la actualidad.
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