por Alfredo César Dachary “No es el fin del mundo, es el inicio de uno nuevo” Anónimo.
Cuando las crisis económico-sociales llegan a determinado nivel, sus consecuencias se comienzan a visibilizar cada vez más, y éste es el caso de Argentina, que en el último medio siglo solo conoció el fracaso como común denominador.
Hace un año, o un poco más, escribí sobre las fiestas de casamientos que eran falsas y se vendían como un recordatorio del pasado, que cada vez se ve más lejos, y que tiene mayor incidencia en Buenos Aires, ciudad que detenta el récord de tener la mayor cantidad de psicólogos por habitante, como símbolo de la modernidad para unos y el alter ego de la ciudad para otros.
Años atrás recordábamos, en una comparación nostálgica, a las parejas que la crisis económica les impedía tener casa y ellos debían convivir con sus padres o sus abuelos, como parte de un costo que impuso el neoliberalismo, que es el que las nuevas generaciones serán menos exitosas que las anteriores, específicamente sus padres, en una sociedad donde se perdió la estabilidad laboral y aumenta cada vez más el nivel de marginales, incluso en los países más ricos.
Eric Sadin afirma, ante las grandes transformaciones que se dan en la sociedad, que ésta ya no cree en la idea base sobre la cual se asienta: el contrato social, menos en Estados donde la responsabilidad sobre los habitantes se va reduciendo, mientras la asimetría llega a extremos impensables.
Argentina ha pasado tres grandes tragedias, desde la dictadura militar: el genocidio a más de 30,000 personas, jóvenes, a fines de los 70´a la crisis de inicios del siglo XXI, que derivó en el “corralito” y la crisis del 2020, cuando el peronismo en un acto tradicional de una ideología centrista, reconoce la deuda del FMI que tomó el gobierno anterior de oposición, cinco meses antes de entregar el poder y cuyo uso o destino está claro, salvo la situación que condena al país a un gran retroceso que recién comienza.
Hoy Argentina tiene un nivel de pobreza del 45 al 50%, según las mediciones de los centros universitarios que lo realizan, la más alta de América, que va camino a crecer y estallar, como fue el triste recuerdo del presidente de La Rúa, huyendo de la Casa Rosada en el helicóptero de la presidencia, para terminar, renunciando.
En este universo de tres a cuatro generaciones “perdidas”, esta vez quizás termine en algo más grave que las revueltas, ya que los nuevos “mandamás del país”, que no es Milei, él es un instrumento de los grandes grupos de poder desde el transporte a las exportaciones y ahora se le sumará el petróleo y el litio en manos extranjeras, entre los visibles, además del ejército de Estados Unidos y Gran Bretaña que ya tienen bases frente a Las Malvinas, no para defenderla sino para ratificar la ocupación ilegal que representa.
En este marco de marchas, crisis e ingobernabilidad, con una reducción mayúscula del empleo y una gran inflación, cada vez más parejas optan dejar de convivir, sin romper la relación, o sea, “juntos, pero no revueltos”, en casas distintas y la tendencia a desconvivir manteniendo el nexo amoroso no es a priori un síntoma de individualismo, sino respeto a la singularidad de cada quién. Si la economía lo permite, muchas parejas dejan de convivir sin separarse.
Argentina sigue siendo el país con la tasa inflacionaria más alta del mundo, por encima de Egipto (11.4% mensual) y Zimbabue (5.4% mensual), lo que amenaza que la relación coyuntural puede quedar consolidada como estructural.
En un reportaje sobre el tema, la respuesta suele ser menos dramática y más realista: “Nos dimos cuenta de que teníamos que hacer un cambio en la pareja antes de que la convivencia y la vida cotidiana empezara a desgastar el vínculo”, cuenta Paula, profesora de secundario de 44 años que vive en Ciudad Evita, en el oeste del conurbano bonaerense y después de vivir juntos casi una década, Paula y Martín decidieron hace un año y medio que la relación siguiera con el mismo compromiso amoroso, pero en casas separadas.
Julia y Gonzalo, de 47 y 48 años, profesionales de La Plata con una hija pequeña, optaron por el mismo camino de “des convivir”. Igual que Myriam, de 57 y su pareja.
¿De qué trata esta nueva ola de separación de espacios?, ¿son casos aislados o una tendencia incipiente, o es otra cara de la profundización del individualismo, o una combinación de diferentes posturas ante a una crisis incontrolable?
No todos coinciden con la valorización de las causas, ya que para la académica Débora Tajer, Doctora en Psicología y profesora de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, esta situación forma parte de una tendencia a no pensar que el fin de la convivencia, necesariamente tiene que ver con el fin de la relación.
Para otros académicos como Mabel Burin es un ejercicio de hiper individualismo, y que las mujeres apuestan a una mayor libertad de movimiento, a probarse a sí mismas que pueden ser más autónomas, y les hace muy bien y, para poder sostener una relación luego de decidir no convivir más, hay que tener por los menos recursos económicos y también subjetivos.
Lucía Diaz, sexóloga, psicóloga y terapeuta de parejas sostiene que es algo que está pasando y va a ver muchísimo más; aunque en Argentina hay una gran limitación, que es la económica y la situación de los alquileres, aunque la lógica indica que seguramente son más las parejas que desearían vivir en casas separadas, que las que pueden hacerlo; y aún más, las que habiendo decidido divorciarse, se ven obligadas a seguir conviviendo por falta de ingresos para que alguno de los dos se pueda mudar.
Algunos optan, por dormitorios separados, o prefieren camas distintas, frente a diferencias en hábitos nocturnos, horarios para dormirse y levantarse, o para alimentar el deseo sexual con cierta distancia, sin llegar a la mudanza y lejos de una ruptura de la pareja. No son modalidades novedosas, aunque tal vez empiezan a contarse más porque antes había cierta vergüenza social de blanquear estas formas de convivencia.
Otra forma cada vez más extendida es iniciar una relación formal, comprometida, pero en casas separadas, lo que se conoce en Europa y Estados Unidos con las siglas LAT que significan Living Apart Together, vivir juntos separados.
En algunos casos, tiene que ver con el hecho de estar en países diferentes por cuestiones laborales, o porque se conocieron de manera virtual y en esos casos, se encuentran cada tanto. Otras situaciones son personas con hijos de parejas anteriores –saben del desgaste que lleva la convivencia, que los llevó a separarse – y prefieren preservarse del roce cotidiano y la elección del modo LAT les permite encontrarse –generalmente algún día de la semana y los fines de semana– y compartir lo mejor de la vida en pareja, sin el embrollo de lo doméstico.
En el contexto específico de Argentina y de su capital Buenos Aires, la radiografía social muestra que el matrimonio está en plena crisis, y que por ello cada vez son menos los porteños que eligen pasar por el Registro Civil para dar el «sí, quiero».
En menos de una década, el número de casamientos cayó abruptamente en la ciudad de Buenos Aires: de 24,483 en 1989 a 16,539 en 1998, es decir, en apenas nueve años sufrió una baja del 32%. No es que la gente haya dejado de vivir en pareja. Pero, en lugar de la tradicional unión legal, la clase media ahora opta por la convivencia.
Por eso, la tendencia encierra otra particularidad: el aumento constante de nacimientos de hijos extramatrimoniales, mientras en 1989 fueron el 25% del total de bebes nacidos en la Capital Federal, el año pasado 2023 treparon al 31.6%.
Ante la variedad y polaridad, al analizar las causas tenemos que los cambios culturales que genera la nueva sociedad digital, las relaciones a distancia, más la crisis económica unida descreimiento de las instituciones se combinan a la hora de explicar el fenómeno, más allá de considerarlo un hecho coyuntural, porque en realidad va mucho más allá de la crisis, aunque ésta juega un papel fundamental.
La variedad de situaciones complica mucho el pretender definir o pontificar en causas, ya que a veces hay hijos de matrimonios anteriores, contra otros del que está separado físicamente, y ello aumenta las opiniones porque también hablan los pares de los primeros hijos y quizás pretendan recuperar la tutela de los mismos, haciendo más compleja la separación.
En una sociedad materialista, la vivienda es un escudo o el título de que se pasó a otra etapa, por lo que la causa de problemas de vivienda es muy fuerte de solucionar porque volver con los padres uno y el otro con los propios o solo, incrementa la tensión en esa compleja relación por más acordada que esté, para poderse realizar.
El matrimonio por amor, emerge como una conquista social a mitad del siglo XIX en Occidente, casi dos siglos después el desgaste es evidente, porque emergió de la necesidad de estabilizar la sociedad industrial y se aleja con la desestabilización de la misma que comenzó en los setentas con el fin de las solidaridades, el ocaso del compromiso social y el fin de las sociedades solidarias como los sindicatos; hoy el individualismo reina en el mundo, sin saber hasta cuando se prolongue su complicada vida
Doctor Alfredo César Dachary. Mexico cesaralfredo552@gmail.com PSS 29/08/2024
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